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En clases diferentes



La próxima semana empezará el nuevo curso escolar y los niños y adolescentes deberán regresar a sus rutinas diarias, a sus obligaciones. Muchos lo harán con alegría mientras otros lo harán con cierto pesar, pues el inicio del nuevo curso traerá consigo una nueva etapa, un nuevo ciclo, algo que siempre da cierto vértigo. Un vértigo que se ve aumentado por una amenaza: no todos tus compañeros estarán en tu misma clase.
Los hay que repetirán curso, quedándose atrás, y los hay que irán a otra de las clases. Ya no estarán todos bajo la letra A. Algunos amigos serán trasladados a la clase B, los menos a la C y encima contigo tendras a un nuevo grupo de gente a los que apenas conoces (Pero ¿no iban al mismo colegio? ¿Dónde han estado todo este tiempo?)
Algo así está sucediendo en otros campos, ajenos a los escolares. Son campos imaginarios, virtuales, de esos de los cuales ya he hablado en otras ocasiones. El ciclo de Vana’diel ya está tocando a su fin y ahora se abre uno nuevo, Eorzea. Durante mucho tiempo viví, conviví, conocí, me divertí… y así un largo etcétera dentro de ese mundo inexistente que me distraía durante el tiempo que pasaba inmerso en él. Fueron muchas las personas con las que me topé, a las que más tarde puse cara y voz y asocié una personalidad real más allá de su alter-ego. Con el tiempo, muchos dejaron de “estudiar” (para continuar con el símil estudiantil) mientras que otros continuaron hasta este momento, el instante de dar el salto generacional. Ha llegado el día de pasar de la undécima entrega a la decimocuarta, de abandonar nuestros antiguos personajes para formar otros nuevos y vivir nuevas experiencias virtuales en un mundo diferente. Algo lleno de emoción pues ya no sólo viviremos nuevas aventuras sino que además tendremos algunos reencuentros con aquéllos que se fueron pero ahora vuelven.
¿El problema? Pues que llegado a este instante nos estamos dando cuenta que toda la gente que conocimos, como si estuviéramos en un colegio, irán a otra clase, donde estarán aislados de nosotros, pudiendo sólo coincidir en foros para contarnos lo que nos ha pasado, pero jamás podremos vivir la experiencia juntos.
Ya se están habilitando los nuevos servidores y estamos siendo testigos de cómo la comunidad española se está dividiendo en dos. Unos se irán a servidor, otros tantos se irán a otro provocando una compleja decisión. Fulano se fue a tal, Mengano se ha ido al otro lado y yo quiero coincidir con los dos, pero no puedo. He de elegir, y es curioso, lo que en realidad tengo que elegir no es si me voy a Besaid o a Gyshal, sino a quién prefiero: Mengano o Fulano.
La decisión puede ser más o menos sencilla a primeras de cambio. Es una simple balanza entre dos personas ¿Con quién te llevas mejor? ¿A quién no quieres perder? Sin embargo, mientras esa decisión llega la situación empieza a cambiar con la sucesión de otros nombres que se van colocando en cada lado, personas que ya han decidido y que a su vez complican más tu propia decisión, pues ya no se trata de una simple valoración, sino la suma y resta de las distintas decisiones ya tomadas por los demás. Lo peor es que en realidad te gustaría continuar con la misma clase, pero ya empiezas a entender que no será posible. Decidas lo que decidas implica perder a unos y ganar a unos pocos. Cómo único consuelo el hecho de saber que conocerás a gente nueva y eso hará que la nueva experiencia sea, en parte, diferente a la ya vivida.
Ahora, mientras decido que hago, creo que repetiré curso. Continuaré en Vana’diel al menos un poquito más.

Vivencias en Vanadiel: el caso Nube


Vamos a llevar la atención a otro lugar y voy a recuperar en esta lo que podría considerar temporada 2010/11, o tal vez pretemporada, con las vivencias que uno tuvo en Vanadiel, aquél mundo virtual del que os hablo en ocasiones. Concretamente voy hablar con una de las polémicas que más polvo levantó (Lo de polvo no lleva ningún doble sentido… o tal vez sí) lo que más se conoció entonces como “El caso Nube”
En primer lugar decir que aquí no se van a dar nombres más allá de los Nicks que se utilizaron entonces, que tras ellos había nombres y apellidos pero que son completamente irrelevantes para describir lo que pasó, una polémica real en un mundo virtual.
La historia comenzó con una chica que se hacía llamar Nube, una chica real –no una elfa-, que conoció a un grupo de personas, de chicos, con los que jugó como cualquier jugador que se precie. Al fin y al cabo estábamos para eso. La chica encajó muy bien con el grupo de personas y pronto se establecieron relaciones de amistad con otros jugadores, cada uno de una punta del país –o del planeta- con los que quedaba para hacer cosas en conjunto. Con ella también jugaba su novio, dato conocido por todos, otro jugador más o menos conocido por la comunidad.
Hasta aquí todo en orden hasta que la chica se quedó sin novio –según ella- y empezó a congeniar con otros jugadores. Al principio todos estaban encantados con la nueva condición de soltera de la muchacha y evidentemente para casi todos suponía un objetivo a conquistar ¿Una chica con la que poder jugar al FFXI? Si la mayoría de los chicos terminaban obligados a elegir entre la novia y el juego. Las dos ideas en comunión era algo casi idílico. Así Nube empezó a recibir gestos amables y corteses por un gran número de personas sólo para cortejarla. Hasta que con el tiempo llegó el intercambio de e-mails, las fotos, los números de teléfono, visitas de unos y otros… algo que imagino que la chica aprovechó para divertirse con todos y cada uno de sus pretendientes. Era como una especie de Hombres, mujeres y viceversa pero a lo FF. Algo así como “Humes, elvaans y viceversa” Y la chica, libre y dueña y señora de sí misma, decidió darse alguna alegría con algunos de ellos cuando el cuerpo se lo pidió.
Nadie hubiera sabido nada de esto si no llega a ser porque uno de los pretendientes, Ailon, fue expulsado del plató de su harén particular y el chico, como si de un damnificado en un caso de estafa, decidió sacar todo a la luz a través de un foro de gente conocida. Su objetivo, que nadie más cayera en sus redes. Y es que, por lo que pudimos saber, durante el tiempo que la chica estaba siendo cortejada por todos ellos, estuvo recibiendo una gran cantidad de detalles cara al juego que la hicieron prosperar con gran celeridad. Estamos hablando de guiles, de armas, de trajes para su personaje.
Tras el comentario de este muchacho empezaron a desfilar una gran cantidad de jugadores que también manifestaron su estafa: todo lo que le dieron, lo que llegaron hacer con ella y lo mal que quedaron cuando la chica les dio puerta. Hasta colgaron fotos reales de ella con insultos escritos con el paint llamándola puta y zorra. Vamos, una tragicomedia en toda regla llena de despechados… Hubo comentarios de todo tipo, desde aquellos que mojaron para  luego descartarlos para continuar sus idilios hasta aquéllos que sólo consiguieron robarle un tímido beso, maricas malas que aliñaron la polémica con comentarios íntimos y muy pocas defensas a esta muchacha que sólo hizo lo que le dio la gana. Luego llegaron a decir que todo lo que hizo fue aún estando con el novio, que éste no lo sabía, que sí lo sabía, que era un pacto entre los dos… vamos, que la bola fue en aumento con cada comentario escrito en el foro en cuestión.
La chica no se pronunció en ningún momento y siguió jugando como si tal cosa. Pero pronto los comentarios saltaron a las ciudades principales del juego, dónde se la insultó a grito limpio en el mundo virtual, sometiéndola a un escarnio público propiciado por un despechado y alimentado por un grupo de personas aburridas que no tuvieron nada mejor que hacer.
El resultado, Nube dejó el juego pero su recuerdo quedó muy grabado en la memoria de toda la comunidad española que estaba en ese momento en activo.
Como veis, pese a ser un juego, al final todo terminaba implicado a las personas reales. No se trataba de darle a botones, pues un MMORPG obliga a una participación entre los jugadores y muchas veces su relación termina saltando de la pantalla a la vida real y viceversa. En este caso fue el “amor” de algunos por esta chica que sólo quiso pasárselo bien y que luego se encontró con todos sus pretendientes exigiendo su cuerpo como si fuera la mismísima Hipatia de Alejandría para arrastrarlo por todas las calles, en este caso, de Aht Urhgan.
Os dejo con este vídeo que me han pasado por el tuenti. Me pareció gracioso (Aunque hablen del WoW, se puede extrapolar al FFXI)

Vivencias en Vanadiel: enemigos íntimos


Sonará extraño pero es cierto. En un juego online, dónde todos los jugadores se dan cita para olvidarse de su día a día, divertirse y pasarlo bien, también hay enemigos. Es lo que tienen las relaciones sociales, incluso cuando éstas se dan vía Internet, que nadie está exento de un choque frontal contra otra persona.
A mí me pasó dentro de ese universo llamado Vanadiel. Sí, yo me conectaba única y exclusivamente para divertirme, pero según fue aumentando mi implicación en el juego, más encontronazos fui teniendo con el resto de jugadores. Algo absurdo si tenía en cuenta que a todos nos unía lo mismo: el juego, y que todos estábamos ahí por motivos más o menos similares.
Para mí fue una demostración de cómo las personas, estén dónde estén, tienden a juntarse, a crear lazos o a romperlos. Durante el tiempo que estuve (y estoy) he podido ver de todo o casi: parejas que se han conocido mediante el juego, amistades que se forjaron durante la época en la que ambos estuvieron inversos en este universo y que perduraron ya fuera de él, y por supuesto, como titulo hoy; enemigos.
Los hay de todas clases. Personas que encabezan tu “Black list” por los motivos más dispares. Muchas veces, como sucede en la vida real, es una simple cuestión de piel. No es que haya pasado algo en concreto para que no aguantes al jugador tal. Pero es que no le soportas. Cada vez que coincides con él en algún lugar, cuando lees o escuchas lo que dice, su forma de argumentar, su manera de narrar las cosas. No. No puedes con él. Puede que sea porque se trata de típico sabelotodo, aquél que ya ha hecho todo antes que tú, que sabe más que tú y que presume de los conocimientos adquiridos ¡De un juego, como si de una carrera técnica se tratase! Todo esto hace que no lo aguantes ni un segundo, que enmudezcas con su sola presencia o que te marches. Te irrita hasta el punto de desesperarte… y un juego, que debía distraerte de los problemas y el día a día, al final te provoca uno nuevo.
Otra de las clases de enemigos íntimos que he detectado en Vanadiel fueron los que se crearon por un motivo en concreto. No los conocías antes de ese instante y termina siendo un acontecimiento lo que provoca la mala relación. Una supuesta colaboración para ayudarte a conseguir algo, y cuando sale, va el tío listo y te lo roba. O dos jugadores que coinciden en una misma búsqueda, algo que: o lo consigue él o lo consigues tú, dónde el triunfo de uno significa el fracaso del otro. ¡Ale, ya tenemos otro enemigo! Otro jugador que nos irá dedicando insultos en las ciudades del juego y que nos irá colocando mala fama con el único objetivo de intentar aislarnos del resto de la comunidad.
La última clase de las que yo he detectado de enemigo íntimo en un MMORPG es aquél que parte como amigo. Un jugador que conoces porque participa en tu mismo grupo. Al principio se entabla una buena relación. Se hacen cosas en conjunto y se avanza por el juego consiguiendo eso tan importante dentro de él: distracción y diversión. Hasta que tanto roce pone en evidencia las diferencias existentes más allá del alter-ego que se ha creado, dónde sale la personalidad real del jugador. Muchas veces se trata de choques de personas con un carácter similar, dónde ambos quieren imponer su manera de hacer sin ceder ni un ápice, dónde además, el tiempo de buena relación otorga un nivel de confianza –en realidad inexistente- dónde cada uno impone al otro. Al final se acaba como el rosario de la Aurora, y en muchos casos se termina implicando al resto de miembros del grupo. Yo he llegado a ver cómo jugadores se pedían la dirección para darse de hostias, y todo por comentarios hechos en un juego.
Al final, uno se encuentra que llega a estos mundos dónde desconecta de sus problemas para encontrar otros, dónde tienes que lidiar con aquél que te robo un artefacto cuando se suponía que iba a ayudarte, con aquel que mató al enemigo que te derribó y se llevó lo que buscabas a tiro hecho y con ese otro compañero al que no le diriges la palabra. Problemas banales muchas veces sin importancia en comparación con aquéllos que tenemos en la vida real, pero problemas al fin y al cabo que enturbian lo que debería ser tiempo para pasarlo bien. Por eso mismo digo que estamos ante un mundo paralelo, pero no muy distinto en muchos factores. Las relaciones entre las personas que habitan en él, terminan moviéndose y encontrándose casi de un mismo modo a cómo podrían hacerlo en otros lugares, incluso termina llegando el momento en el que se abandona al alter-ego para dar paso a la persona real.
Evidentemente, hoy sólo he hablado de los enemigos, pero también existe el otro extremo: grandes amistades y hasta parejas que se forman blandiendo sus espadas virtuales. Porque allá dónde existan relaciones sociales, hay sentimientos: buenos y malos. Y un MMORPG no es menos… tal vez sea lo que lo convierte en algo tan adictivo en algunas ocasiones, y tan peligroso. Aquellos que no saben separar los mundos, terminan viviendo en uno solo.

Vivencias en Vanadiel: no somos nadie sin los demás



FFXI es un juego en equipo, cualquier que lo haya probado sabe a qué me refiero. No es como otros juegos online, dónde la necesidad de juntarte con otros es meramente anecdótica o simplemente es algo voluntario. No, aquí no te queda más remedio que entablar lazos con otros jugadores, porque necesitas de ellos, porque solo no vas a ningún lado. Tal vez lo podríamos resumir en la siguiente frase: “No somos nadie sin los demás”
Tal vez fue una de las primeras conclusiones a las que llegué cuando empecé a jugar. Estaba acostumbrado a títulos dónde todo dependía de mí y mi habilidad a la hora de avanzar, y de pronto me encontré con este título dónde nada parecía posible si no lo hacía con más gente. Y era algo que me preocupaba. Mi bajo nivel de inglés era una lacra a la hora de entenderme con el resto y aún conocía a pocos españoles con los que jugar. Esto hizo que las primeras semanas vagara en solitario por las calles de Vanadiel, sin más quehaceres que aquéllos que podía hacer solo.
Sin embargo no podía continuar así. No. tenía que armarme de valor y conocer la verdadera esencia de los juegos online, dar el paso definitivo, el salto, por así decirlo. Así, y animado por dos jugadores españoles, me puse rumbo al área del juego dónde todos los usuarios se daban cita para subir de nivel 10 al 20. Valkurn dunes, o más conocido como Valkurn Noobs, porque era ahí dónde todos los novatos empezaban a aprender. Lo malo era que yo tenía un largo camino. Estaba en la ciudad más alejada de este área, obligándome a tomar un barco incluso para poder llegar.
Salir del primer mapa no era complicado. Ya me había recorrido todos los puntos del este de Sarutabaruta, y podía vermerlas con cualquier enemigo que apareciera en mi camino. Pero la cosa se complicaba en las dos zonas restantes antes de llegar al pequeño pueblo dónde debía tomar el barco. Aun así estaba confiado. Conmigo iban dos muchachos más, no recuerdo muy bien sus nombres, aunque recuerdo que el de uno de ellos era una variación del nombre de Auron (Del ffx) –algo muy típico en el juego. Me encontraría a muchos usuarios que deformarían sus nombres en función del de un personaje ya existente Tidux, Yunas, Cloudxx-. El camino lo hicimos con bastante rapidez, bordeando las montañas, pegados para evitar que nos viera cualquier enemigo que, según el juego, ya era increíblemente fuerte. Nos encontramos con goblins –simpáticos bichos verdes con mochilas adosadas a sus espaldas-, esqueletos y fantasmas pero por suerte logramos llegar sanos y salvos. Y es que morir hubiera sido horrible para cualquier de nosotros. Con nuestros niveles 10, ninguno hubiera podido socorrer al compañero muerto.
Llegamos a Mhaura, un pueblo de pescadores, dónde tomamos un barco que nos llevaría hasta otro pueblo igual de pequeño, Selbina, con tan mala suerte que fuimos atacados por piratas durante el trayecto. Yo ya había oído hablar de estos espontáneos que de vez en cuando aparecían por los mares, así que me quedé en un lugar seguro. Pero uno de mis compañeros salió a la cubierta para ver cómo el barco navegaba, cuando fue asaltado. Murió, de eso que no quepa la menor duda, y llegamos a Selbina con la misión importante de encontrar a alguien capaz de resucitarlo.
Yo no me corté ni un cacho y me puse a gritar para que alguien acudiera en su ayuda. ¡Qué gracia! Yo no paraba de repetir: “Lázaro, please” y nadie me entendía… Lázaro es la magia típica del FF para resucitar a un amigo caído, pero claro, Lázaro en la versión española. Para el FFXI, la magia se llamaba Raise y evidentemente nadie me entendió. Hasta que el otro compañero vivo dio con la razón a tanta omisión de ayuda.
Encontramos a un inglés que echó la magia para resucitar y el caído se pudo volver a levantar. Aplaudimos y después empezamos a preguntar qué tocaba ahora. Pues ahora tocaba hacer “Party”, hacer equipo con otra gente para ir a matar cosas juntos y subir a la vez, pues no podríamos solos con ningún enemigo de la zona, y volvernos a un área anterior no era ninguna opción. Así que, nos pusimos a la espera de encontrar a un grupo de cinco para poder iniciar nuestra experiencia.
Entonces yo iba de mago rojo, un oficio que mezcla la blanca con la negra sin llegar a especializarse en nada (O así me lo explicaron entonces), con mi equipito de nivel 5, una espadita que pude comprarme tras vender montones de cristales, cuando de repente me salió un mensaje privado

- Party? Do you need it?

Respondí que sí e inmediatamente salí a la zona dónde un montón de usuarios igual de novatos que yo se habían dado cita en las famosas Valkurn Noobs. Andurreamos largo y tendido, pasando por un túnel lleno de murciélagos y nos afincamos en un borde, lo que denominaron el camp, el lugar dónde lucharíamos a salvo de cualquier agresión inesperada.
Uno de los jugadores salió a buscar un enemigo, le atacó con un arco y volvió y yo saqué mi espada y me puse a atizarle. ¡Sacrilegio! Todos los miembros del grupo empezaron a decirme que no atacase, que me echara para atrás… y yo sin entender por qué no podía atacar ¿Acaso no habíamos venido a eso? El enemigo comenzó a golpear a la gente, a quitarles la mitad de la vida y yo intenté apresurarme a curar a todos. Pero no podía con todo. Murió el primero, luego el segundo, el tercero y así fuimos cayendo como chinches.
Nos mató a todos, aunque por suerte hubo quien nos resucitó. Todo esto mientras la gente me reñía y me decía que yo debía curar. Que era mago rojo. Y yo les decía que sí, que los curaría, pero que no daba más de sí. Fue entonces cuando me explicaron qué estrategia se seguía para hacerlo bien y efectivamente yo no debía venirme arriba con el arma. Era el único mago que podía curar, por lo que tenía que guardar cierta distancia y dedicarme exclusivamente a las labores curativas del grupo. Y es que todo ya estaba organizado, todo medido en un baile que debía de ser perfecto para que todos avanzáramos correctamente. Yo no iba a inventar nada y comprendí que las normas se habían fijado estratégicamente que se avanzara en unión con otra gente. Todos dependíamos de los otros. Si alguno hacía algo mal, adiós todo.
La party duró quince minutos. Pronto vimos que la combinación resultante no era la más apropiada. Así que disolvimos el grupo y nos volvimos a poner a la espera… a la larga y aburrida espera.

Vivencias en Vanadiel: la abeja reina


El otro día lo comentaba con mi hermana y mi cuñada. Los hombres podemos llegar a ser más simples que el mecanismo de un chupete. Así pude comprobarlo cuando me sumergí por primera vez en Vanadiel, ése mundo virtual del que os he hablado en algunas ocasiones.
Mis primeros pasos en esta experiencia fueron bastante difusos en su inicio. Cómo ya comenté, la barrera idiomática fue la primera traba que me encontré, pero la segunda fue la ausencia total de tutoriales que me enseñaran el manejo del juego. No, había que aprender a base de errores y mirar mucho en Internet. La pena era que también estaba toda la información en el idioma de Shakespeare. Tardaría en acostumbrarme, aunque finalmente lo conseguí.
Todo esto fue lo que provocó mi llegada al servidor Ragnarok. Tenía la esperanza que al encontrarme con más españoles, todo fuera mejor. Si en Valefor encontré a un americano que me saldó como pudo las primeras dudas, en Ragnarok debería pasarme lo mismo. Sin embargo no fue así.
Puede que fuera porque los primeros jugadores que conocí ya estaban más experimentados en juegos on-line o a lo mejor porque yo fuera más torpe de lo habitual… fuera como fuese, no encontré nadie capaz de detenerse cinco minutos a decirme cómo demonios se jugaba a ffxi. Sólo encontraba explicaciones vanas o incompletas dónde la gente asumía que entendía a la perfección. Pero no era así y ya, cansado de preguntar mil y una veces, opté por intentar apañármelas con las nociones que iba adquiriendo. Todo esto hizo que fuera más lento que los demás. Tardé más de una semana en subir los niveles que otros hacían en dos días hasta que me atasqué en la primera misión importante.
No había manera de conseguir avanzar, y parecía imposible encontrar el método para acabar la misión que el juego me proponía. Así que opté por dejarlo durante unos días para ver si a la vuelta tenía más suerte. Sin embargo, se me ocurrió una idea.
Con toda mi mala baba me creé un personaje femenino y entré al juego de nuevas, diciendo que era una mujer que quería tener amigos. ¡Oye, lo más eficaz del mundo! No tardé ni cinco minutos en recibir un mensaje privado de un chico que me ofreció unirme a su grupo de amigos. Todos eran muy amables y atentos conmigo, y es que claro, no suele haber muchas mujeres en los MMORPJ. Las que hay, tenemos que cuidarlas. Cada vez que preguntaba algo, alguien me contestaba, si quería ir a una zona peligrosa, cinco chicos se apuntaban… ¡Hasta me daban dinero cuando les decía que no tenía para comprar equipo!
Aquel personaje femenino se convirtió en mi tutorial particular para aprender a jugar. La buenas palabras, los gestos sorprendentes de algunos usuarios (Y es que, madre mía cuanto Arturo Fernández aún queda por el mundo) se fueron convirtiendo en mi balsa de aceite, en mi camino de rosas. Ahora, la pregunta llegó pronto ¿Hasta cuando mantendría el embuste?
No había intención de permanecer mucho tiempo en el rol de una chica de veinte años que jugaba al ffxi (Jamás la describí, aunque todos se morían por saber cómo era). Mi intención era recapitular las primeras lecciones y regresar a mi personaje principal, aquél que estaba anclado en el nivel 18 del mago rojo. No obstante me vi en la tesitura de abandonar a la muchacha antes, cuando varios compañeros empezaron a pedirme mi e-mail ¡Y yo jamás entré en ningún juego ni tonteo! Pero a ellos les dio igual. Querían saber a toda costa más de mí, o mejor dicho de aquella chica que jugaba con ellos. Cómo si fuera un grupo de científicos que quiere saber más de una especie en peligro de extinción.
No hice despedidas, ni nada por el estilo. Simplemente, la chica no volvió al juego nunca más, y abandonó a los jóvenes con las hormonas revolucionadas. Intentaron comprar a la chica con dinero, con equipo, con armas, con compañía, con ayuda “desinteresada”… pero no les sirvió de nada. Yo regresé con mi humano masculino y con más conocimientos de cómo se jugaba y ella quedó en el olvido. Jamás supieron que, tras aquella humana, jugaba un chico.
Lo cierto es que los juegos on-line suelen ser mundos llenos de hombres. Apenas hay mujeres, y las pocas que hay -no me cabe la menor duda- saben sacar partido a esta situación, dónde ellas son las abejas reinas y los demás los zánganos que las rodean dispuestos a satisfacerlas a casi cualquier precio.

Vivencias en Vanadiel: el primer día


Tras las dudas de la semana pasada, y mi finalmente vuelta a ese mundo virtual, he pensado en traer al blog un poco de ese extraño mundo que puede ser para muchos como familiar puede resultar para otros. Una oportunidad para aquéllos que no saben de qué va como para otros para que se les dibuje una sonrisa al recordar cosas que, seguro, también experimentaron ellos.
Así abro una nueva línea de este blog tan poco literario, tan poco especializado en nada, dónde aquí el presente espera que la gente lea, aunque la gente a veces no sabe qué en concreto. El momento de echar la memoria atrás y traer al presente las aventuras que viví, o que vivió mi personaje, a este blog… porque pasó de todo. A cada cosa más curiosa.
Jugar a juegos, y más si éstos son on-line, suele provocar que la gente te tache de friki. Asumimos que este mundo es algo peligroso, de gente rara, antisocial que no sabe hacer otra cosa que estar pegado al teclado de su ordenador. Es un estigma que cada usuario termina aceptando. Es imposible luchar contra los prejuicios de la sociedad y al final uno opta por asumir la condición de raro que uno recibe en cuanto se adentra en este tipo de aficiones.
Yo llegué a Vanadiel, mundo virtual de FFXI, no porque buscara una experiencia on-line. Precisamente su carácter multijugador y el idioma me frenaron bastante antes de decidirme si jugar o no. Todo eso más el añadido de tener que pagar una cuota, hicieron que la balanza no se decantase a favor de este título en un principio (En los días previos a su lanzamiento en Europa). Es como pagar por ver la tele. La mayoría de la gente no concibe esa idea. Pues a mí me pasaba algo similar cuando empecé a meterme en Internet para recibir información del juego.
Había acabado FFX  no hacía mucho y veía como la siguiente entrega “normal” aún quedaba muy lejos. No había más títulos de interés y por aquel entonces mis experiencias como jugador sólo se centraban en esta saga. El resto de juegos no eran demasiado atractivos. Jamás me pasé otro título que no llevase las letras de FF en su portada, porque los argumentos que presentaban no eran atractivos, también es cierto que entonces indagaba bien poco en los demás. Demasiado mata-mata sin sentido para alguien que, ante todo, buscaba una buena historia.
Al final me arriesgué. Total, el primer mes era gratis y normalmente un juego me solía durar menos. Así me hice con mi copia y llegué al primer inconveniente. Sabía que estaba en inglés pero creí que sería más fácil ponerme a jugar. Empezaron a pedirme claves, Contend ID, y yo me preguntaba qué demonios era eso. Fui de una ventana a otra para luego tener que actualizar durante algo más de dos horas.
Todo estaba listo. Había llegado por fin a la pantalla del título y pude ver la introducción. ¡Dios, cómo me gustó! Pero no me enteré de nada. Evidentemente, la voz en off hablaba en inglés. Así pues tuve que imaginarme qué intentaba explicar en función de lo que estaba pasando en la animación del vídeo. Así llegué a la primera gran decisión del juego. Luego no lo fue tanta porque no fue la definitiva. Me plantaron ante el sistema de creación del personaje. Elegí un humano, varón y elegí dónde quería nacer: Sant d’Oria y de pronto: Welcome to Valefor.
Al principio todo era demasiado extraño. Era la primera vez que me movía por un juego on-line y me había saltado un vídeo con un elfo hablándome. ¿Era otro jugador? No, era un vídeo de presentación del la ciudad que había elegido. Luego ya pude empezar andar por las calles de aquella ciudad virtual, dónde un sinfín de personas con interrogantes en la cabeza caminaban a mi alrededor. Otros llevaban una perla y los menos una especie de mundo con una M encima. Y yo no entendía nada. Sólo que con aquel interrogante era como si me estuvieran señalando con un dedo para decir: “Mirad, un novato” y toma si lo era.
Así, con toda la alegría del mundo, decidí salir fuera de la ciudad. Quería empezar a pegarme con alguien. A las afueras, cerca de la muralla había un montón de personas, algunos corriendo, otros quietos, otros pegándose con algunos conejos que pululaban por las mediaciones. En la ventana de conversación pude leer algunas conversaciones, estaban en otro idioma pero algo sí cogí. Comencé a andar y de repente se me señaló el nombre de otro jugador. Salió una animación azulada encima de mí y yo me asusté. No sé qué había pasado pero arriba de la pantalla había salido un icono que no tenía antes. Luego me di cuenta que me había echado una magia de protección. Puse un simple ‘thanks’ y el personaje me hizo una reverencia para después continuar corriendo por la pradera.
No tardé mucho en morir, más o menos como diez minutos, pero no pasaba nada. Volví a mi casa y salí de nuevo al campo de batalla, ahora sin dejar de preguntar si había alguien español que me entendiera. Necesitaba que alguien me explicara de qué iba el asunto. No tardé en recibir un mensaje en color rosa de un americano que hablaba español que me preguntaba qué necesitaba y yo, incapaz de saber comunicarme con él, le respondía en el chat general hasta que finalmente me contó cómo se comunicaban los usuarios sin molestar a los demás.
Ese usuario, que no recuerdo su nombre, fue quien me explicó como se pegaba, como se aprendían magias, como se evolucionaba… en unas frases sencillas que tuve que coger al vuelo. Pero ahí no había muchos españoles. Me dijo que en aquel servidor casi todos hablaban en inglés lo que contribuía a mi desilusión por aquel juego. Sin gente con quién entenderme, todo se me hacía más difícil. Sin embargo aquella conversación ya iba vaticinando que no estaba ante un juego normal. Estaba hablando con otra persona que, como yo, jugaba al juego. Para alguien que no estaba acostumbrado a ello, la sensación fue muy curiosa. Satisfactoria al conocer a otro que también le gustaba lo mismo.
Desconecté por aquel día e indagué por Internet en busca de más información sobre el juego y su comunidad. Y buscando entre un millón de páginas caí en http://www.ffmaniacs.com. Era una página de fans del FF y jugaban al FFXI, dónde narraban mil y una historia que parecían ser muy emocionantes. Estaban en otro servidor y decían que eran muchos. Contacté con el admin. de la página, un tal Kta, y al cabo de unos días recibí un correo con un código para poder entrar en el servidor en el que estaban. Me creé otro personaje, éste se llamaría Daray, pero seguía siendo humano. Elegí otra ciudad para ver otra diferente (Windurts) y entré en el servidor Ragnarok. Allí me esperarían muchas aventuras. Ahí conocí a mucha gente, aunque entonces no sabía todo lo que se me veía encima… Pero eso ya para otro día.