Los Viteri: la curiosidad mata a los gatos (4.2)

Durante la comida, Laura estuvo más ausente de lo habitual, algo que Álvaro no tardó en percibir. Estaba distraída, comía mareando la comida sobre el tenedor y apenas conversaba respondiendo con monosílabos a cada intento por parte del muchacho para mantener una charla amena. Así que, en vista de su actitud, Álvaro trató por todos los medios para que confesase que era lo que le pasaba. Sin embargo, Laura no quiso responder. Decía que no se trataba de nada importante, que era una tontería. Tras los fracasos de los siguientes intentos por saber que estaba sucediendo, Álvaro decidió dejar que Laura se lo contase cuando quisiera. Sólo esperaba que no se estuviera replanteando lo de la boda.

Después de comer, el muchacho tuvo que irse para resolver unos papeles que había dejado pendientes antes de la comida y dejó sola a Laura con sus pensamientos llenos de preguntas y curiosidades. La versión oficial que tanto Laura como sus hermanos tenían de su padre era simple y corta. Aquel que fue su padre, resultó ser un perdedor alcohólico que se dedicaba a pegar a su mujer e hijos porque la vida no era lo que él quería. Nunca los quiso, a ninguno, e hizo mucho daño a Raquel. Ellos lo sabían porque su madre se lo había repetido en infinidad de ocasiones. Hasta habían visto las copias de las denuncias y los partes médicos que tenía guardados de aquella época donde demostraba las brutales palizas a las que fue sometida.

Marcos siempre pensó que el origen de la desgracia de Raquel había empezado a raíz de su relación con Restituto. Que lo único bueno que hizo fue tenerlos a ellos, aunque su madre hubiera dicho en alguna ocasión que uno de sus hijos fue el resultado de una desagradable violación.

¿Qué podía haber en ese señor para que Laura quisiera conocerlo? Era todo lo que nadie quiere a su lado y sabía lo desagradable que podía ser… Por otro lado, imaginar cómo era su padre, qué inquietudes tenía en esta vida, a qué se había dedicado o cómo era físicamente… no sé, a pesar de saber que era un mal nacido, había algo que le impulsaba a querer saberlo.

Por otro lado, también había que tener en cuenta que Laura estaba muy disgustada con su madre. El último mes sólo había servido para distanciarse más de ella y estaba convencida que el problema vino a raíz de su macha a Madrid. Pensaba que si su madre le trataba con esa desgana era porque ya no la tenía cerca, porque ya no podía conseguir de ella lo que siempre buscaba: el hombro al cual llorar por todas sus penas. Hasta llegó a pensar que su madre la culpaba por haberse ido y no quedarse con ella, que su actitud sólo era el resultado de su fracaso a la hora de saber llevar una relación en la distancia con su hija. Raquel no sabía cuidar las relaciones y como no sabía hacerlo, prefería perderlas pronto porque carecían de interés al no poder sacar nada de ellas.

Se acercó al teléfono, sacó el papel donde tenía anotado el número y marcó. Pero no esperó a que diese un tono e inmediatamente cortó la llamada. El pulso le temblaba, el corazón palpitaba con fuerza en su pecho y en su mente no dejaban de brotan pensamiento inconexos y dispares sobre aquello que le estaba moviendo hacerlo. Llamó una segunda vez, ahora dispuesta a dejar que sonase el tono de llamada, pero la imagen de sus dos hermanos provocó que el pánico se apoderase de ella. Colgó de nuevo.

Si hablaba con él y le veía ¿Qué dirían sus hermanos? Víctor era menos partidario del apoyo incondicional a su madre, pero sabía que no entendería porque lo hacía. Y Marcos… bueno, Marcos podía tener muy mala reacción si descubría que Laura estaba haciendo lo suficiente como para que su madre se sintiera muy dolida. Pero de un tercer impulso, volvió a coger el teléfono y marcó. Esta vez dejó que diera el tono de llamada, un largo sonido que parecía que no iba acabar nunca. Al segundo tono que dejó que sonase, Laura ya pensó en colgar, pero al tercero, la voz de una chica apareció al otro lado de la línea.

— ¿Sí, dígame? —era una voz fina y de alguien muy joven. Laura tragó saliva sin saber qué hacer o decir y cuando aquella voz femenina volvió a insistir para saber quien llamaba, Laura respondió
— Eh, hola… disculpe la molestia —empezó a decir conteniendo el tartamudeo—. Pregunto por… Restituto Viteri Majón ¿Podría hablar con él?
— Mi padre ahora no está en casa ¿Quién le llama? —informó la voz y Laura palideció al oír aquello de “Mi padre”
— ¿Cuándo podría hablar con él? —preguntó tras un breve silencio con mucha timidez.
— Pues a la hora de la comida o la hora de la cena. ¿Quiere que le deje algún recado? Si me das un número de teléfono, cuando vuelva él le devuelve la llamada —se ofreció la voz.
— Eh… no, gracias. Si eso ya llamo yo… más tarde —respondió ella deseando colgar
— ¡Ah! Vale, como guste… —respondió la muchacha sin darle importancia— Pues adiós.
— Adiós —contestó Laura casi en un susurro y luego escuchó los pequeños sonidos intermitentes de después de colgar el teléfono.

            ¿Habría llamado de verdad a su padre? ¿Aquel número de teléfono correspondía de verdad al señor que los abandonó? Si las respuestas a esas preguntas resultaban ser afirmativas significaría que aquella voz correspondía a la de su hermana, una hermana a la que no conocía… y existía la posibilidad que hubiera más, más hermanos de los cuales desconociera su existencia.

            Era extraño, demasiado tal vez. Hasta hace unos instantes toda su vida estaba bien amarrada. Sabía quién era ella y de dónde venía pero… Si todo esto era cierto, su vida podría cambiar de una forma vertiginosa, conociendo a personas que eran de su misma sangre pero con los cuales no tendría ningún lazo afectivo. 

            Le extrañó descubrir que su padre, partiendo de la base de que aquella casa correspondiera a su padre, hubiera rehecho su vida. Su madre le había puesto por un ser tan miserable y mezquino que no concebía la idea de que otra mujer le hubiera dado la oportunidad donde Raquel había fallado.  ¡No! ¡La casa a la que había llamado no podía ser de un hombre así! O al menos así prefirió asumirlo.

            Al poco tiempo después, Álvaro regresó a casa con los pies reventados de tanto andar por Madrid y es que el servicio de Metro se había estropeado una vez más –aclaró según se descalzaba-. Cómo Álvaro era de culo de mal asiento, prefirió volver a pie a tener que esperar a que lo operarios arreglasen el fallo o coger alguna mala combinación de autobuses que al final le dejasen más lejos, así que se decantó por la solución más elemental: regresar caminando. Se descalzó y se acercó a dar un beso a Laura quien estaba como ida sentada en el sofá fingiendo que veía la televisión.

— Cuando te de la gana me dices que te pasa —gritó desde la habitación mientras se quitaba el traje y se ponía algo más de estar por casa. Laura, evidentemente, no respondió y cuando regresó al salón ya más cómodo, volvió a insistir —¡Qué estoy aquí!
— Qué, qué quieres —respondió rápidamente como quien vuelve del cielo.
— Que digo que si me vas a contar qué demonios te sucede. 
— No me sucede nada —respondió volviendo a fijar la mirada en la pantalla.
— Pues lo que tú digas, reina —respondió marchando para la cocina.

Regresó lleno de bolsas de bollería: cruasanes de chocolate en una mano, galletas en la otra, y sujetándola con la boca, una bolsa de barquillos. Los echó por encima de la mesa al tiempo que se sentaba y miraba por donde empezar a atacar.

— Una pregunta —interrumpió Laura—, si tú no conocieras a tu padre, por lo que fuera… ¿Intentarías localizarle para saber quien es? —Álvaro levantó la mirada de la bollería extrañado y examinó a su chica sin entender a que venía esa pregunta
— Pues no sé, cariño… Eso depende de muchos factores —contestó masticando una galleta—. Pero supongo que, en mi caso, si tuviera la posibilidad de saber quien es, la aprovecharía… Soy muy curioso, ya me conoces y no podría vivir con esa incertidumbre. Pero sino tuviera la oportunidad, tampoco me moriría por ello… No sé, ¿Por qué lo preguntas?
— Por nada… esta tarde estuve pensando en la boda, en los invitados y en la familia, y reparé en que apenas invito familia porque… bueno, desde que era una niña no ha habido relación con nadie —mintió.
— ¿Ya estamos con lo de los invitados? Pero cariño, que tú vayas a invitar a tus dos hermanos y a tu madre y yo lleve a medio pueblo de Villanueva de los Castillejos no significa nada. Tú no tengas apuro por eso… Eso es lo de menos… y no te vas a poner a buscar a tu padre para poder invitar  a más familia….
— He encontrado su teléfono —interrumpió provocando una reacción inmediata. A Álvaro casi se le salieron los ojos de las órbitas al oír a Laura.
— ¿El teléfono de… tu padre? —ella asintió—. Pero ¿Cómo?
— En el trabajo… Estábamos habiendo el tonto, mirando apellidos de personas conocidas para ver si tenían deudas y una de las chicas puso el mío y apareció el nombre de… de mi padre, si. 
— Joder… Me has dejado fuera de juego —confesó con una sonrisa tímida sin saber si procedía reír o estar más serio—. Y ¿Vas a llamarle?
— Ya lo he hecho —confesó sorprendiendo aún más a su prometido.
— Y ¿Qué te ha dicho?
— Nada… no estaba en casa… Pero me lo cogió su hija.
— Menos mal que estoy sentado, si no me caía al suelo aquí mismo… ¿Su hija? —ella asintió—, lo que vendría a ser tu hermana, por parte de padre claro… —y ella volvió a asentir—. Y ¿Qué le has dicho?
— Pues nada… Si ni siquiera estoy segura de que este número corresponda a mi padre. Lo mismo es de un señor cualquiera. No puedo ir y decir: “Ey, que soy tu hija”
— Dios mío… que fuerte me resulta todo esto… Y ahora ¿Qué harás?
— Pues no lo sé… Estoy hecha un lío. Por un lado me muero de curiosidad por saber quién es, cómo es. Pero por otro lado… destrozó la vida a mi madre, le daba palizas… ¡Hasta llegó a pegarnos a nosotros, que éramos sus hijos! ¿Cómo puede ser una persona así?
— Bueno cariño, todo eso pasó hace mucho tiempo, cuando erais muy pequeños —respondió él intentando restar importancia.
— Sí, fue hace mucho ¿Y qué? Cómo los delitos ya han prescrito, ¿Hay que perdonarlos?
— Pero tú ¿Cuánto de eso recuerdas? —preguntó.
— ¿Yo? Nada… si yo era muy pequeña.
— Pues entonces… También debes tener en cuenta que tu madre te habrá contado lo que le interesaba a ella que supieras ¿No?
— Sí, eso es evidente. Pero el parte médico y las denuncias son reales… Ese hombre era un salvaje —respondió ofendida al considerar que le estaba defendiendo, cuando la intención de Álvaro no era esa.
— Pues ya esta. Decisión tomada: no quieres conocer a ese hombre. Coge el teléfono, tíralo y olvida el tema.
— Ya… Pero por otro lado…
— Por otro lado ¿Qué? No hay más lados. O le quieres conocer o no.
— Tú que harías en mi situación.
— Yo no puedo ponerme en tu situación… No sé como reaccionaría. Tenemos a un hombre borracho, que pega a su mujer e hijos, un violador, un señor que dejó que su mujer se llevase a sus hijos y no luchó por ellos… vamos, lo peor del mundo. Pero por otro lado, tenemos que tener en cuenta cómo es tu madre: lo dramática que es, lo malvada que es cuando quiere y lo tenaz que es cuando quiere algo. Si partimos que tú estás contaminada por la versión que tu madre te ha dado a cucharazos desde pequeña… No sé que decirte… Puede que le llames y no quiera saber nada de ti, o puede que no, que te reciba con los brazos abiertos y te cuente algo muy distinto. Y entonces, tu madre pasará a ser la mala de la película y todo lo que creías cierto, ya no lo será… en fin, es un lío que no sé si te merece la pena meterte en él.
— Entiendo —respondió finalmente.
— Pero vamos, que hagas lo que hagas… Aquí estoy yo, para lo que haga falta.

            Laura sonrió y agradeció el apoyó que Álvaro siempre le daba. Le dio un beso y se pusieron a seguir viendo la tele sin más conversión de interés, con sus silencios y los intentos baldíos de Álvaro para hablar sobre chorradas que la evadieran, pero ella apenas las seguía. En realidad, no podía dejar de pensar en ese número de teléfono y si debía o no volver a llamar.

1 comentario:

  1. La opción más cómoda sería no llamar y dejar pasar el asunto, básicamente porque si contacta con su padre ya no habrá vuelta a atrás. Por otra parte, creo que uno se arrepiente más de lo que no ha hecho de lo que sí ha hecho, básicamente porque de lo que hacemos siempre aprendemos algo y podemos decir aquello de. "que me quiten lo bailao". Y en este caso en particular, a Laura le falta escuchar la versión de su padre y es que si tratamos de ser objetivos, siempre se deben escuchar las dos partes, porque una misma noticia tiene como mínimo dos interpretaciones, y prueba de ello son los diferentes editoriales que vemos en telediarios y periódicos cada día sobre un mismo acontecimiento.

    Saludos

    ResponderEliminar