Muerte a Godoy


Como ya mencioné el otro día, Aranjuez ha vivido este fin de semana sus ya tradicionales fiestas del Motín; sin toros, con antidisturbios por si los acérrimos a la tauromaquia hacían de las suyas, bares tomando las calles, austeridad en el asalto a la casa de Godoy y una feria escasa, pobre, sin mucho fuste.

Aun así, estas fiestas con tema de fondo la austeridad han sido unas buenas fiestas. Por primera vez he salido lo suficiente como antaño pudiera haberlo hecho en las de otros pueblos y he vivido el ambiente festivo que reinaba, a pesar de la crisis. No obstante, lo mejor para mi fue la representación del Motín de Aranjuez: una función de teatro hecha por los propios vecinos sobre el porqué del Motín, con todos los entresijos de unos sucesos históricos que hicieron mella en el Real Sitio y Villa.

La representación empezó tras el discurso del Alcalde de Aranjuez dando las gracias a todos los presentes (Entre ellos el ministro de fomento José Blanco y varios obispos cuyos nombres no retuve) y después el nombramiento a sor Manuela Fernández como amotinada mayor en reconocimiento a la labor social que lleva despeñando durante muchos años por y para los vecinos más desfavorecidos del pueblo.

La primera anécdota de este evento, tras ver como los papeles del discurso volaban sobre la cabeza del alcalde, llegó con el agradecimiento de esta entrañable monja por el reconocimiento a sus años de trabajo. Lo hizo, no con un discurso, sino con una arenga interminable de más de cuarenta minutos. Yo estaba lejos, por lo que no pude observar bien a la ya anciana monja subida en el escenario, pero si pude oírla. Y como a ella, también pude oír los comentarios del grupo de personas que me rodeaban: Al principio pacientes y más tarde cansados.

A los veinte minutos de discurso, la gente empezó a aplaudir al primer silencio de la monja, confiando en que ya hubiera terminado. Pero no. Sor Manuela en realidad estaba pasando de página para proseguir con el discurso que tanto trabajo le había costado escribir. A la media hora ya se la comparaba con Valdano o Fidel Castro (entiéndase por la duración de la charla que ya nadie escuchaba). A los treinta y cinco minutos el alcalde irrumpía para pedirle que abreviase... Pero sor Manuela hizo gala del título que le daban, amotinándose en el escenario implorando que la dejasen leer las tres líneas que le quedaban... luego dijo que eran tres minutos... Hasta que finalmente lograron echarla, tras cuarenta y cinco minutos, y la gente se sumergió en una gran ovación, evidentemente celebrando la marcha de la monja.

Así, a las once de la noche, daba comienzo la representación del Motín, con un primer acto donde Godoy, ya mayor y senil, dialogaba con la Muerte. Él aparecía atormentado, pidiendo la corona que un día le arrebataron (¿Acaso la llegó a tener?) y la Muerte, tras escuchar sus plegarias, le concedió un viaje a esos días para que rememorase el acontecimiento que le puso en el exilio.

La fachada del Palacio sirvió de decorado perfecto, donde hicieron varias proyecciones de cuadros de Goya y otros diferentes para apoyar la acción que se representaba, y el sonido fue lo suficientemente limpio para poder escuchar todo a la perfección (Ya que no pudimos ver gran cosa porque estabamos lejos, se agradecía que al menos el sonido llegase sin interferencias).

La representación fue fiel a los acontecimientos tal y como hoy se entienden. No intentaron camuflar nada ni vender la imagen del super arancetano revelado, sino que explicaron lo poco que tuvo de improvisado el motín, siendo una de las tretas de Fernando VII para obligar a su padre a abdicar. No fue una historia de buenos y malos, sino una serie de conspiraciones, muy propias en la realeza de principios del siglo XIX, que derivaron en esos acontecimientos donde se utilizó al pueblo para llevar a cabo sus planes.

No obstante, es cierto que la conspiración no hubiera tenido lugar si verdaderamente Fernando VII no hubiera contado con el apoyo del pueblo, como Godoy de su animadversión. Hubo hombres que acudieron a la llamada del Príncipe de Asturias a cambio de una compensación, aunque también acudieron mujeres, niños y ancianos que, por voluntad propia, intentaron evitar que los reyes partieran a Andalucía para después marchar al exilio, como ya hicieran los de Portugal.

Lamentablemente, estos rumores habían sido difundidos por los vasallos de Fernando, dejando en evidencia hasta qué punto se utilizó la buena voluntad del pueblo. Lo cierto era que Carlos IV no quería marcharse, y así se lo dijo a Manuel Godoy, quien intentaba convencerle de ello para poner su vida a salvo ante la amenaza de los franceses.

Si las intenciones del consejero fueron realmente puras, nunca lo sabremos. No sabemos si quería que los reyes marchasen para que Napoleón campase a sus anchas, para que después le otorgase un trono como premio, o si en realidad quería ayudar al rey, a quien le debía lealtad. En la representación sólo vimos a un Godoy enfermo y enloquecido, que rememoraba los sucesos que truncaron su vida política hasta su más amargo final. Y gracias a la Muerte, descubrió que si pudo salvar la vida del pueblo amotinado que asaltó su casa, fue gracias al rey, Carlos IV, quien abdicó a cambio de que perdonasen la vida.

La representación es digna de ser vista, con música de la época, vestuario... y que recomiendo a todo aquel visitante que llegue a Aranjuez a primeros de septiembre. Los actores son vecinos, no profesionales, pero que lo hacen muy bien y a su finalización se te queda una buen sabor de boca: Primero por la lección de historia que te dan y segundo por el ambiente que flota en el aire a su término. ¿Te lo has perdido? Tranquilo, Fernando VII, tras ser proclamado Rey, ya nos los dijo este sábado: Vasallos, hasta el año que viene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario