Exhibicionismo cibernético

Dice el Rae, en una primera definición, que el exhibicionismo es el deseo persistente y excesivo de mostrarse en público o, en una segunda acepción, la perversión consistente en el impulso a mostrar los órganos genitales. Sin querer entrar en el segundo concepto, más peliagudo a la hora de definir qué es una perversión y si ésta se puede o debe entender como una enfermedad, hoy os invito a pensar en esto, y más concretamente en la nueva tendencia que se abre camino apoyada en Internet.

Facebook, Tuenti, Hi5, Myspace... la creación de las redes sociales virtuales ha proliferado en los últimos años hasta tal punto que la gran mayoría de usuarios de Internet tiene un perfil en una de estas redes sociales. Luego no todos lo utilizan, pero al menos, encontrarse registrados lo están.

La utilidad de estas aplicaciones de Internet es de lo más diversa, aunque la más básica posiblemente sea aquella para compartir fotos con otros usuarios. Entras en el perfil de alguien y puedes ojear los momentos que han quedado grabados bajo las cámaras digitales desde tu propio ordenador. Y en un principio, es su concepto más puro, la idea es bonita a la par de interesante. Gracias a estas redes puedo subir las fotos de mi cumpleaños y, allá en la Rioja, mis amigos pueden ver qué dio de sí dicho día al que no pudieron asistir debido a la distancia.

No obstante, esta concepción casi romántica del compartir pronto ha quedado relegada a un segundo plano, y miles de usuarios de estas redes han convertido su perfil en un auténtico escaparate de lo que quieren mostrar al mundo. No hablo de enseñar su vida, sino de enseñar lo que quieren darnos a entender.

Hay gente que sube a su perfil casi cien fotos en un fin de semana, como si cada instante de un sábado noche hubiera quedado plasmado, fotograma a fotograma, como lo más interesante jamás vivido por los hombres. Imágenes variopintas, repetidas hasta la saciedad y llenas de comentarios aún más carentes de sentido. Son los exhibicionistas de este siglo, que calman su deseo desmedido de mostrarse en público a través de estas redes.

Deteniéndose en sus perfiles, y observando cada foto, cada instantánea, uno puede quedarse casi ensimismado con las vidas sociales tan ajetreadas y emocionantes de estas personas. Fotos donde sale el susodicho con unos y con otros, de una postura u otra: en una foto sonríe, en otra dedica una mueca graciosa, luego otra en grupo... Prácticamente han ocupado gran parte de la noche a tomar todas esas imágenes para mostrarlas al mundo, a veces hasta creo que lo verdaderamente divertido no es salir de fiesta, sino hacer los comentarios en las fotos que gran parte de la noche les ha costado hacer... Sus vidas casi perfectas retratadas en archivos en formato JPG dispuestas a ser exhibidas en sus perfiles para dar a entender lo estupendos que son.

Personalmente aún hoy no termino de entender esta práctica, así como el afán de estas personas en mostrar esta cara de la postal de sus vidas, más cuando, en el reflejo de sus ojos, se vislumbra otra bien distina; aquélla que no exhiben en sus perfiles de Internet. Se muestran en su tuenti o su Facebook dando esa imagen casi idílica para convencer, pero para convencer ¿de qué? O tal vez lo más importante, ¿a quién?