Un presentimiento de que todo irá bien

Aquí estoy, otra vez, enfrente del ordenador, con los dedos sobre las teclas y pensando. Pensando detenidamente qué voy a escribir, qué voy a decir un día más como método de evasión a otros rollos que merodean por mi cabeza como urracas que sobrevuelan un objeto brillante escondido entre la maleza. Tal vez hoy no sé muy bien qué decir. Tan sólo puedo cerrar los ojos e intentar ver las cosas de otra manera, de otra forma distinta.
Puede que sea engañarme a mí mismo, huir nuevamente de la realidad. Pero es que soy un profesional en esto de las huidas y hoy quiero volver hacerlo, mentalmente. Quiero convertirme, parafraseando a La Oreja de Van Gogh, en un presentimiento de que todo irá bien, en un golpe de suerte, el algo bueno, a su vez bello y, por qué no, también eterno.
Hoy necesito invocar a todas esas cosas por las que vale la pena estar aquí; la imagen de un recién nacido, el vuelo alto de una paloma blanca, los rayos de sol iluminando un verde bosque muy vivo con una flor que poco a poco se va abriendo al mundo. Hoy necesito alinearme con ese tipo de conceptos, inmortales y universales, creerme que sí, que se arreglará y que los miedos que nos azotan se quedarán en eso, en burdos e inútiles miedos.
No sé qué pasará mañana pero hoy, aunque sea en vano, quiero destilar la energía negativa para convertirla en positiva, que se entone en mi cabeza alegres melodías y desvanecerme para convertirme en un torrente de cosas buenas que contagie al resto, revertirme de buenas vibraciones y de inmensas sensaciones. Cómo aquéllas que sentimos cuando tuvimos el primer beso, como ésas que corrieron por nuestra piel cuando sentimos el tacto del otro, o cuando nos sobrecogimos con una simple mirada. Quiero recordar y traer al presente todos los buenos momentos vividos, cuando entonces nos creíamos invencibles e invulnerables a cualquier giro del destino.
Así, por un instante, todos podremos estar en la misma sintonía que hoy necesito que me cobije, pensando y creyendo las mismas cosas buenas que se albergan dentro de ella. No se trata de que creamos que todo saldrá bien, sino que seamos lo que salga bien, que nosotros seamos el golpe de suerte que haga sonreír, el otro lado de la tortilla, ése que no está quemado, la felicidad congelada en una instantánea que se exhibe en los marcos de nuestras mesitas de noche.
Tal vez lo consigamos y mañana todo se desvanezca de un plumazo, pero al menos eso hoy lo habremos disfrutado o tal vez, de pensarlo muy fuerte, lo hagamos realidad. No sé. No se me da muy bien esto del misticismo, aunque en esta mañana me aferre a él.
Ahora disculpadme que no escriba más, pero es que tengo tarea. Tengo que ser ese presentimiento de que todo irá bien.

1 comentario:

  1. Tu última frase me ha recordado a la canción "I got a feeling" de The Black Eyed Peas, un llamamiento al positivismo, que algunas noches mientras me preparó para quedar con mis amigos me la pongo para intentar salir con una risa en la cara.

    En este entorno de crisis económica-política y en un entorno como enrarecido cuesta hacer frente al día a día y pensar que todo saldrá bien, pero desde luego que pensarlo es el primer paso para que ocurra. A veces no nos fijamos que gestos pequeños, pero muy significativos hacen que una misma acción tenga distintos efectos. Que te choques con alguien y que con una sonrisa te disculpes, que te despidas de alguien con una palmadita en el hombro o decirle que esa camisa/blusa le queda bien son cosas que cambian, aunque sea por un breve espacio de tiempo, tu percepción de como está yendo el día.

    Pero bueno, en estos momentos a mí me está costando aplicarme ese principio. Y es que querer desgraciadamente no es sinónimo de poder. Eso sí, de las dificultades uno siempre sale, si no más fuerte, con experiencia y alguna que otra anécdota.

    Saludos

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