¡Qué viva la hipocresía!


Que dos personas se conozcan, se enamoren, vivan juntas y coman perdices es algo habitual en los cuentos que nos contaron de pequeños. Pensar que esas dos personas los son todo el uno para el otro, que cuando uno muere, el otro lo hace después como una pareja de periquitos también es algo bonito y romántico. Son muchos quienes quieren una vida así y buscan en todos lados hasta que dan con su media naranja.
A veces lo encuentran, otras dan con algo que se aproxima bastante. Pero sea cual sea de estos dos resultados positivos (omitiendo la mala suerte de aquel que le toca vivir en soledad) es ridículo pensar que el camino de esta pareja de enamorados va a encauzarse entre rosas, algodones y dulces. Porque la vida es excesivamente complicada hasta para los románticos, porque todo lo que un día puede parecer bello y eterno, otros días puede ser distinto, diferente. Cómo también puede suceder que, sin necesidad de que pase nada, de repente empiecen a resultar otras cosas más atractivas.
¡Qué no cunda el pánico! Yo sigo bien, perfectamente enamorado de la persona que me lleva aguantando durante siete años. No, estas palabras no están escritas porque me pase nada sino por cierto revuelo por algunas palabras de Eva Márquez en su poemario Retales de Estrógenos (Ya a la venta, por cierto)
En el poemario hay un relato que habla de una mujer que conoce a uno chico. La mujer se encapricha con él hasta el punto que desearía hacer de todo, pero no lo hace porque ya tiene dueño. Es una declaración en toda regla de una debilidad del ser humano, el deseo de la carne del cual nadie es inmune. Pero el control y el respecto hacia la persona con la que está hace que se coma las ganas y los deseos se queden en eso: simples deseos insatisfechos o fantasías que pululan en la mente de la mujer protagonista.
Ni qué decir que todo el mundo ha asumido que Eva Márquez habla de sí misma. Todo el mundo ha asumido que la pobre no puede imaginar una situación tan común como humana como es el deseo de lo prohibido, y por tanto, todo, absolutamente todo lo que narra en su poemario nace de la experiencia directa. Como si no pudiera cerrar los ojos y pensar en una mujer que pueda sufrir ciertas situaciones, interiorizarlas y hacerlas suyas por un momento para desplegarlo en un poema. No, Eva tiene que hablar de ella ¡De quién sino! (Madre mía, qué dirán de mí)
Pero el tema de este asunto, hable Eva de quién quera hablar (Algo que compete aclarar ella si así lo deseara), y lo que a mí me hizo mucha gracia, fue el comentario que se escuchaba por detrás tras la lectura de este relato.
- ¡Qué fuerte, qué fuerte! –que diría J.J.V-, ha escrito que por un momento desearía ser infiel. ¡Qué barbaridad! ¡Qué falta de respeto por aquel que es su marido! ¿Cómo se lo ha permitido? Si yo fuera él…
Pero ¿es que nos hemos vuelto locos? ¿Acaso somos gilipollas? (Algunos, un poco sí) Personalmente me considero un romántico teórico (no así tanto en la práctica). Soy de los que tengo la mente emponzoñada con una imagen edulcorada de la vida en pareja y su concepto (Y eso sí lo tengo llevado a la vida real casi fidedignamente), considero un mal menor la dependencia emocional y hasta bonito algunas concesiones que sólo se pueden tener con el baile resultante de una pareja que vive y perdura en el tiempo. Pero incluso en las vidas más idílicas existen sus grietas, aunque éstas estén en el seno de la fantasía.
Mentiría si dijera que jamás me imaginé, estando en pareja, con otra persona. Un aquí te pillo, aquí te mato en toda regla. La persona que comparte todo conmigo se engañaría si me dijera lo mismo. Hasta esas personas que se sorprendieron con el relato de Eva mentirían si afirmasen que jamás de los jamases se volvieron a seguir el culo de otra persona, deleitándose levemente en las nalgas ajenas y dejando que la fantasía volara allá, a lo prohibido, al lugar dónde nació el relato. Y es algo que todos saben. La carne es la carne, y es débil. No digo que todo el mundo sea infiel (Porque yo no lo soy), pero sí afirmo que la fantasía nace en todas las mentes, incluso en aquellos románticos empedernidos que aseguran no tener ojos para nadie más que para sus amados. Entonces ¿A qué viene tanto revuelo? ¿Tal vez porque lo ha dicho demasiado alto?
Es hipocresía en estado puro. En lugar de dejarse llevar por las palabras y hacerlas suyas, entender el otro lado del relato, la gente optó por escandalizarse, ver pernicioso y pecaminoso las confesiones que se exhibían, tan inherentes a cualquier ser humano que podía haber sido escrito por cualquiera de nosotros. Dijeron que era una falta de respeto, cuando precisamente vi más respeto que otra cosa en esas palabras, pues ni en la fantasía del relato hubo lugar a la infidelidad. No, la protagonista se paró, se comió las ganas literalmente confesando que de hacerlo se sentiría desgraciada y sucia. No había infidelidad, había respeto aunque fuimos pocos los que pudimos verlo y entenderlo.
Todavía sigue siendo un tema de conversación. Aún estoy escuchando a ciertas personas decir lo fuerte que les parece que haya escrito sobre una mujer que desea ser infiel. Nadie se queda con el hecho de que se trata de sólo un deseo. ¡Qué gente más pura! Ahora, quién esté libre de pecado que lance la primera piedra… Ellos ya la han lanzado. Me juego el cuello que las dirigieron al cielo… y todo lo que sube, baja. Al final se darán con sus propias piedras.

2 comentarios:

  1. Primero decir que me encanta la imagen con la que has ilustrado la entrada, y como friki de los móviles que soy, la chica está consultando su motorola.

    Aparte de la hipocresía, que muy bien explicas en las líneas de arriba creo que hay otros factores que llevan a ese revuelo y es el miedo y la ignorancia, y me voy a explicar desde una esfera puramente personal.

    Hasta hace relativamente poco creia en el amor ciegamente, en que si encontrabas una pareja te entregarías completamente a ella y no verías tu mundo con otra. Error: no había vivido lo suficiente y me asustaba pensar no tanto que me engañaran a mi, como que yo fuera capaz de romper mis principios y llegar al extremo de autodescubrirme superando los límites que me había marcado.

    Y así sucedió, y la cara de perplejidad y cierto rechazo que había puesto a una amiga mía el día que me contó que había sido infiel a algunas de sus parejas, a estas alturas se ha convertido en una expresión de comprensión y hasta complicidad.

    Primero, creer que todo lo que se escribe, canta o compone es autobiográfico supone desconocer por completo la palabra abstracción. Segundo, las intenciones, el hecho de plantearse una situación digamos prohibida, en ocasiones sirve como aviso para evitar un mal mayor y nos permite cuestionar si realmente estamos con la persona adecuada o si quizás nuestra media naranja ya no nos permite sacar más jugo.

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  2. GRACIAS ROBERTO, Y MIL GRACIAS MIGUEL, POR SABER ENTENDER Y COMPRENDER TANTO LAS EMOCIONES QUE GENERAN DETERMINADOS ESCRITOS Y SOBRE TODO SABER LEER SIN PREJUZGAR, NO TODO EL MUNDO ESTÁ PREPARADO PARA ELLO.

    UN ABRAZO,

    EVA MÁRQUEZ

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