El monstruo verde de los celos


Jacinto Benavente, director de cine español, afirmó que el que es celoso, no lo es por lo que ve; con lo que se imagina se basta. Una verdad que nadie se atrevería a negar, más si en alguna ocasión hemos sido víctimas, en algunos de los extremos, de este mal tan común del amor. ¿Quién no ha sentido alguna vez un sentimiento así? ¿Quién no ha temido por el juego del coqueteo y de seducción de un tercero que atraiga a nuestro ser querido y nos lo arrebate?
Ríos de tinta se podrían escribir sobre este tema, con argumentos diferentes apoyando cada postura: la del celoso, la del aquel que los provoca, el que está en medio, y seguro que jamás llegaríamos a un pleno consenso, pues existen tantas formas de sentir como corazones dispuestos a jugar a esto del querer. Lo que es indiscutible es que los celos son un arma de doble filo, que a veces mata el amor y otras lo refuerza.
Hoy estamos siendo testigos privilegiados de una situación extrema de celos, gracias a la telerrealidad expuesta por Gran Hermano, que está provocando una vorágine de ideas encontradas tanto para los afectados como para nosotros, espectadores ajenos a la acción. La bella y exótica Indhira lleva una semana de infierno tras ver cómo Carol ha regresado al concurso, poniendo así en peligro su "relación" con Arturo. Pero poniendo en antecedentes para aquéllos que lean esto y no sepan de qué va el asunto. Indhira es una joven muchacha que entró al concurso con la intención de ganar, como todos. Allí conoció a Arturo, un hombre diez años mayor que ella y que él mismo se define como un ‘bala perdida’, borracho y mujeriego. Y aunque ella aseguró en incontables ocasiones que el de Irún no le llamaba la atención, que no era su tipo, a medida que aumentaban sus flirteos, la chica empezó a "enamorarse" ¿Encapricharse? Tal vez por el propio aburrimiento de estar todo el día sin hacer nada. Así, con el paso de las semanas, la reciente pareja empezó a protagonizar tórridos encuentros, cada vez más subidos de tono, sin importarles cámaras o compañeros durmiendo en la misma habitación. Se convirtieron en grandes aliados, en compañeros de encierro y en pareja para quitarse los picores cuando éstos aparecían. Pero ya está.
El problema empezó cuando Indhira terminó reconociendo lo que Arturo no deseaba. El capricho se había convertido en algo más. Puede que no fuera amor, pero desde luego que sí era una obsesión, lo que hizo recular al macho alfa de la casa y convertirse en protagonista del concurso, ya no por sus encuentros sexuales, sino por sus discusiones. Bajo este panorama apareció Carol, concursante espía que fue testigo tanto de los encuentros sexuales como de las peleas tras los cristales que separaban las dos casas, y sin necesidad de hacer nada, provocó una explosión. La muchacha congenió con el de Irún, en parte porque los dos viven en País Vasco y algo la tierra siempre tira, pero para la malagueña, esto se convirtió en una guerra personal. Veía cosas donde no las había, y temía que todo lo que había compartido con Arturo desapareciera, para empezar a verlo en una nueva e hipotética relación con Carol. Y aunque la chica le insistió en que no quería nada con él, ver a Arturo tonteando con ella, dedicándole apelativos cariñosos que hasta hacía unas semanas se los había dedicado a Indhira, hizo que las películas de ésta última se elevasen al infinito, sin raciocinio alguno. Los insultó a los dos, pero se centró más en ella que en él, repitiendo hasta la saciedad calificativos como "zorra" o "insípida". Lo que no sabía en el momento de estas confesiones, era que el programa le iba a dar una oportunidad única: días después tuvo que elegir, junto con el resto de sus compañeros, qué compañera de la casa espía permanecería en el concurso y quien no, e Indhira estuvo de suerte. Carol fue expulsada.
Fiodor Dostoievski, novelista ruso, llegó a decir en una ocasión que los celosos son los primeros que perdonan. Y así, Indhira perdonó a Arturo, a pesar de los desplantes que le hizo en presencia de Carol, y que más tarde reconocería que lo hizo sólo para molestarla. Dejaron de lado las disputas y volvieron a lo de antes, a las escenas cargadas de sexo, que no hemos visto pero sí hemos oído. Y hasta aquí todo en orden, hasta que llegó la repesca y, con ella, volvió Carol.
A Indhira no le ha hecho falta ni que se digan "hola". Lleva una semana llorando a lágrima viva, en un ataque de ansiedad continuo (no hay que olvidar que, además de lo difícil que es esto de los celos, ellos están encerrados). Quiere matar a Carol, que la echen inmediatamente. Le molesta que ande, que mueva sus labios y que de ellos suenen palabras, desea arrastrarla de los pelos por toda la casa, o cogerla del cuello y ahogarla en el yacuzzi cual Hans con la muñeca de Rebeca.
Ni qué decir que Carol conoce la opinión de la malagueña, pues cuando salió la primera vez pudo ver los vídeos donde la muchacha le dedicaba aquél cariñoso: "Zorra, para cuando me veas por la tele. ¡Zorra!" Y aunque a veces busca al macho alfa para provocarla, lo cierto es que se está cortando bastante. A veces casi ni se hablan sólo para que no se moleste. El problema es que ni con esas le basta a la chica. Indhira está convencida de que Carol quiere liarse con Arturo, cuando lo más cierto es que es el propio Arturo quien quiere liarse con Carol.
Aun así, el macho alfa está intentando evitar la tentación para no hacer daño a la malagueña (yo diría que lo hace para no perder el concurso) y aunque aguanta estoicamente el bucle en el que ella entra, a veces suelta alguna perla que sólo alimenta a esa bestia que la domina. Le ha reconocido que no quiere nada serio (Después de haber protagonizado todo el kamasutra), y hasta ha llegado a confirmarle que le gusta más la otra, aunque asegura que la respetará durante el programa. Ante esta situación, Indhira no puede hacer otra cosa más que llorar, y lo hace consciente de que ya ha perdido. Y mucho. No sólo ha perdido a Arturo (lo cual tampoco es una gran pérdida) también ha perdido el propio concurso al dejarse llevar por este monstruo verde que son los celos, y lo ha hecho al coartar la libertad de Carol de simplemente hablar con el vasco, al coartar a los compañeros que tratan con ella, al propio Arturo, e incluso a sí misma, hipotecando su experiencia allí dentro para llorar sin descanso alguno.
Yo soy de los que me creo a Indhira, y creo en sus sentimientos. No dudo de sus lágrimas y me da mucha lástima al verla así, llorando porque se ha enamorado cuando sabía que no debía hacerlo de un tipo como Arturo, por ver cómo éste se aleja, que lo pierde sin remedio, y que se va sólo porque hay un juguete nuevo. Ahora ella no puede discernir con claridad, no ve que él no le conviene y que Carol es tan insípida, como ella misma dice, que no tiene esa maldad para dañar, y que todo esto, al final se volverá en su contra. Debería cambiar de estrategia, (Pero claro, ella jamás llevó una) dejar que surja entre Arturo y Carol lo que sea, que no será mucho, o incluso hacerse amiga de su rival, impidiendo así que el macho alfa meta el churro en el agujero... pero no puede. Ella está poseída por ese monstruo verde.
Acabo con otra cita, ésta de François de la Rochefoucauld, que dice: "En los celos hay más amor propio que amor" y puede que ésta sea la clave para entender a la malagueña. A lo mejor Arturo le importa menos de lo que cree y su odio hacia Carol (y no hacia él) sea producto de haberse metido en su terreno y habérselo quitado.

1 comentario:

  1. Vaya, esto parecía el augurio de lo que pasó después. Escribes esto el miércoles y el Jueves Indhira a lia parda hasta tal punto que el programa la expulsa.

    Yo no creo que viese tantos fantasmas, pero diría que el principal responsable era el cabron de Arturo y no Carol (Aunque también pienso que ella es una zorra xd) Me dio mucha pena su salida del programa. espero que él vaya detrás.

    Por cierto, me ha molao tu recopilación de esta historia.

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