Ellos siguen ahí


Hace un tiempo eché la vista atrás en el tiempo para hablar de aquellos amigos perdidos, esas personas que un buen día fueron importantes en nuestra vida y que, debido a los avatares del destino, hoy ya no se encuentran a nuestro lado. Pues bien, puede que esa sensación, donde uno no hace otra cosa más que perder amistades haya por donde vaya, no fuera del todo acertada, aunque sea una sensación que haya sentido en repetidas ocasiones.

Si echo la vista atrás en el tiempo, me doy cuenta que siempre me he lamentado por terminar dándome de bruces contra el muro de la distancia, provocando muchas de las pérdidas que pasan a engrosar el baúl de la nostalgia. Mi marcha de Madrid a la Rioja, cuando entonces tenía trece años, provocó la primera de ellas, obligándome a romper los lazos que me unían a muchos amigos y compañeros de clase. Es debido a ello por lo que hoy no guardo ninguna amistad de la infancia, algo que me hubiera gustado mantener pero que no ha sido posible.
Aun así, las nuevas tecnologías y redes sociales de Internet han conseguido que hoy, muchos de aquellos niños que íbamos al colegio Henares, nos hayamos vuelto a reencontrar etiquetados en unas fotografías hechas por el entonces nuestro tutor Telesforo. Algo mágico por un lado, sí, aunque sabemos que no es lo mismo. No es como si siempre hubiéramos permanecido dentro del mismo grupo. Ya no somos los mismos, somos unos completos desconocidos que lo único que hacen, al menos de momento, es descubrir a los jóvenes adultos que se esconden tras las caras de los niños de aquellas fotos.

Otras de las pérdidas que más me pueden pesar en los momentos de nostalgia ya son de otro tipo, propias de una de las etapas de mi vida en las que ya era más mayor y que poco tiene que ver con la decisión de una madre que decide romper con su vida arrastrando así a sólo cuatro de sus hijos (Los pequeños), sino que tienen que ver más con los vaivenes propios del devenir de la vida. Muchas amistades se fueron porque sí, sin razón de peso, sin que pasase nada especial. Otras se fueron a propósito... Pero ayer, pensando un poco en todo, y seguramente debido al pequeño reencuentro que tuve hace apenas diez días, me di cuenta de una cosa: No todos se han ido.

La vida cambia por momentos. Hoy estamos aquí y mañana ¡Adivina qué puede ser de nuestros destinos! Pero por mucho que cambie, me di cuenta que aquellos muchachos, aquellos también niños con lo que compartí mis primeros pupitres en la Rioja, siguen todavía ahí, y era extraño porque jamás me había percatado de ello.

Han pasado trece años y han sido muchas las cosas que nos han pasado a los tres: Hemos vivido un sinfín de experiencias juntos, nos hemos visto triunfar y fracasar, caernos y volvernos a levantar, hemos sido testigos de cómo nos enamorábamos y nos dejaban, hemos sido partícipes en la vida de los otros, nos hemos divertido y en más de una ocasión nos hemos sentado juntos a escuchar los miedos que ensombrecían nuestros corazones. Sí, luego cada uno tomó un camino, uno muy distinto al de los otros, pero eso no quita para que sigamos estando ahí. Podemos estar tiempo sin vernos, ocupados en nuestras obligaciones, en nuestro ritmo frenético... pero cuando la vida nos vuelve a reunir, parece que fuera ayer mismo cuando cerrábamos la puerta del piso de Benidorm de aquellas vacaciones para volvernos a casa, juntos, como si no hubiera pasado el tiempo.

Siempre lo he dicho. Si dicen que quién tiene un amigo, tiene un tesoro es porque los tesoros no se encuentran todos los días... Y es verdad. Es difícil dar con uno. Tal vez por eso hoy me siento tan afortunado. En la foto aparezco con dos.

2 comentarios:

  1. Tu eres un tesoro para mi...soy tu incondicional y te felicito por el blog.
    gracias por tener mis blogs..querido amigo

    ResponderEliminar
  2. Las gracias a ti, Marissa, porque fuiste de las primeras que no dudó en hacerme un hueco

    ResponderEliminar