Mirar a la Luna


No soy un gran entendido sobre los fenómenos del universo, de las estrellas y constelaciones. No sé más que cualquier otra persona que de vez en cuando se detiene y alza la vista al cielo y se encuentra con esta Luna que nos vigila sin tregua, enseñándonos una sola cara y ocultándonos siempre ese otro lado, como si fuera otro ser humano más, que muestra y oculta a los demás lo que quiere de sí mismo. Se la ve bastante grande, destacando en el firmamento por encima del resto de estrellas, iluminándonos en las noches con una luz que tan siquiera es suya, sino que pertenece al reflejo de ese Sol que no vemos cuando nuestro lado de la Tierra le da la espalda para enseñarle el otro.
Vemos a la Luna ahí arriba, suspendida en el aire, aunque en realidad se está moviendo, como si fuera obra de un conjuro mágico que hiciera que su peso fuera ligero. Muchas veces es como si nos devolviera la mirada, como si nos dijera cuan pequeñitos somos y qué minúsculos son nuestros problemas en comparación con aquéllos otros que puede vislumbrar desde su posición privilegiada.
Por un instante, mirar a la Luna y pensar en ella, en el tiempo que lleva ahí y lo que aún debe quedarle, pensar en qué pasaría a esta Tierra si algún día la Luna se desprendiera de su órbita, si algún día ésta se modificase quedando más lejos o más cerca, intentar mirar más allá de su luz y su forma, entender las leyes naturales de un universo desconocido… ¡Qué complejo es todo y yo preocupado por otras cosas! En ese instante, puedo comprender como es de corta la vida, casi un capricho, quién no nos dice de la Luna que nos mira suspendida en el cielo, o tal vez el resultado de un acuerdo con el Sol para turnarse día y noche para vigilar a estos diminutos delirios de grandeza que a veces se creen más grandes que la propia Luna.
Ahora… ¡Qué pequeña debe ser la Luna allí en la lejanía! Dónde su luz prestada apenas se perciba, dónde su forma no se distinga más allá de un simple punto en el firmamento, sin destacar por encima de otras y más bellas formas que adornen otros cielos. ¿Qué pensará la Luna de cómo se la ve en la distancia más lejana? Tal vez no le importe tanto, sabe que aquí, en la Tierra, todos adoramos su luz blanquecina y su forma cambiante.
Sin embargo, ¿Qué pensará la Luna sobre la luz que nos maravilla? Ella sabe que no es suya, que depende del Sol, como nosotros, para conjurar el misterio que la rodea, que sin él se quedaría en una simple roca fría que levita sobre nosotros y lo mismo hasta querría ocultar el lado que hoy nos brinda. O tal vez no busque reconocimiento alguno, pues ella no es como nosotros, y solamente vuele sobre nuestras cabezas para recordarnos cómo, hasta en las noches más oscuras, se puede encontrar un rayo de luz iluminando nuestras vidas.

2 comentarios:

  1. A veces hay que tomar distancia para poder ver las cosas con perspectiva. Tal evz por eso, viendo a la Luna, uno puede ver más allá.

    Me han gustado mucho las comparaciones que has hecho, con la luna y las personas, la oscuridad y la luz, la luz propia y la reflejada.

    Un apunte que te ha faltado: la luna no deja de ser un satélite de algo mucho mayor, la Tierra.

    Besos a todos los quejicas que siguen por estos lares. Me voy de vacaciones!!! (Prometo seguir leyendo y mirar de vez en cuando al cielo)

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  2. A mi siempre me ha recordado con sus fases, creciente/decreciente, llena/nueva, la misma vida de las personas, desde que nacemos hasta que morimos pasando por una época de esplendor.

    Una de las cosas más bonitas que hay es estar en medio de un campo, sin ninguna luz artificial (farolas, focos o lo que sea) y poder ver lo que te rodea gracias a la luz tenue de la luna llena; sobre todo porque me remonto a la época donde no había electricidad, y como aquello tenían que ser los días de mayor claridad en una noche.

    Que pases buenas vacaciones Sara.

    Saludos

    PD: mañana me leo la historia de los Viteri

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