¿Y si ahora molesto yo?

¡Qué bien! ¡Qué felicidad! El Atlético de Madrid ganó ayer la… la no se qué. Bueno, no sé que ganó, pero algo fue. Como para no haberme enterado que este equipo había conseguido un triunfo en esta temporada. Los medios dicen que doblete, así que imagino que otra cosa más habrá ganado, aunque evidentemente no tengo ni la más remota idea.

Sin embargo sé que ganó porque entre las once y media y doce de la noche una cantidad de forofos de este equipo o del futbol, o simples tocapelotas, desfilaron por mi calle con sus coches dando bocinazos para que nadie quedara exento de su celebración. ¡Qué gente más generosa! Fiesta para ellos y también para los demás, aquéllos que estábamos ya a punto de irnos a dormir porque al día siguiente madrugamos.

Antes de continuar, mis más sinceras felicitaciones a los jugadores (Que son quiénes ganaron anoche) y a sus simpatizantes por poder tener la alegría de ver cómo ganaron (Los jugadores –se entiende- pues los hinchas no ganan nada). Me alegro por ellos como me alegro cuando gana un equipo español en lo que sea. Pero mi alegría se va difuminando a medida que crece mi incomodidad por el equipo de hinchas que se dedica a pasear a media noche con sus vehículos a golpe de claxon. Pitidos y más pitidos, repetidamente hasta la extenuación y sin más fin que el de molestar a todos los demás, porque ¿Qué otro sentido tiene? Y es curioso que se permitan estas licencias a los acérrimos del fútbol, que cuando sus equipos ganan, ya me da igual Real Madrid, Atlético, Barcelona… como si es la selección, se les tolera esta actitud realmente molesta.

Imagino que si esta noche, cojo el coche y me lío a dar vueltas por la manzana del barrio (Y escribiendo esto, me pregunto ¿Aquéllos que pitan sin parar son vecinos del barrio o se van a otro a molestar?) tarde o temprano aparecerá un coche patrulla, me echará el alto y me dirá que no puedo hacer eso, que molesto. Lo mismo hasta me receta algo por contaminación acústica. Claro, es que esta noche no estará permitido. Esta noche no ganará ningún equipo del futbol. Da igual lo que yo le quiera decir. Al policía, ni al barrio, le importará que yo esté dando vueltas y pitando mi celebración particular a las doce de la noche. No les importará que yo esté de fiesta porque… yo que sé, ha ganado mi favorito de Gran Hermano, o porque he terminado una nueva novela o si estoy pletórico porque jugando al FFXI un enemigo me ha dado una pieza muy cara. No, a ellos no les importará una mierda los motivos que me lleven a dar vueltas, cual cavernícola con un mazo girando alrededor de una hoguera en honor a los dioses arcaicos. Estaré molestando y como tal sería sancionado. Entonces ¿Por qué tengo que aguantar yo la molesta manera de celebrar las victorias de los hinchas del fútbol? Me da igual de qué equipo sean. Todos hacen lo mismo. Todos molestan igual.

Partiendo desde que me parece absurdo pitar sin parar mientras gastan gasolina (Yo les propondría dejar el coche quietecito e irse a un bar de copas para brindar por la victoria) hay que tener las horas a las que se dedican a ello. No es lo mismo soltar bocinazos a las doce del mediodía que a las doce de la noche. Por otro lado, habría que tener en cuenta que, por ejemplo, los coches publicitarios, con esa megafonía donde te sueltan una cuña de partidos políticos, ofertas de muebles o aperturas de supermercados, tienen que pedir permiso para molestar a los barrios. ¿Acaso no debería hacer lo mismo esta gente? La esencia es la misma, molestar a una barriada para notificar algo. En este caso, su felicidad porque un equipo de millonarios ha ganado un campeonato. Sinceramente, es que no lo entiendo.