Final Fantasy III: rol en estado puro


Llevo tiempo sin mis análisis y recordatorios a esta saga de videojuegos tan famosa y hoy voy a recuperar estas entradas para hablar de uno de los primeros FF, concretamente la tercera entrega, la última que vio la luz en la famosa Nintendo de 8 bits, allá por el año 1990 y que yo he podido disfrutar hace poco gracias al remake que Square-Enix hizo hace dos años para la Nintendo DS.
Veinte años separa FFIII a FFXIII, veinte años que no han pasado en balde, pues al adentrarme en esta historia he podido comprobar varias cosas. La primera es detectar aquellos elementos que sirvieron para crear las bases de los juegos de rol, los elementos que hicieron de FF una de las sagas más famosas, y segundo comprobar cuan lejos queda hoy aquellos conceptos que en 1990 supusieron la confirmación de algo grande.
Ante todo hay que tener en cuenta que no he jugado a la versión original, sino a un remake con sus debidas mejoras: ya no sólo gráficas (Pues los gráficos que he visto no distan mucho a ésos otros tan vanagloriados en FFVII) sino con alguna modificación en la historia que ha hecho la aventura más larga y atrayente. Cómo por ejemplo los personajes.
Los personajes de FF siempre han tenido que destacar por su carisma y personalidad, algo que resultaba imposible en 1990. Entonces, FFIII nos presentaba a cuatro jóvenes de golpe y porrazo que, por casualidades de la vida, terminaron en una cueva dónde un cristal los bendice para que salven el mundo. En el FFIII de la DS vemos cómo esto sucede a Luneth y como en un cuarto de hora, termina juntando a todo el grupo con una brevísima introducción que sirve de apunte para encasillar a cada personaje en un tipo de carácter. Arc, el tímido; Rejia, la muchacha alegre; Ingus, el soldado fiel. Estos son los únicos matices que podemos encontrar de ellos en el juego. Evidentemente, estamos hablando de un juego de hace veinte años. Lo que hizo en ese momento fue un gran logro.
La historia tampoco suponía nada del otro mundo. Una amenaza a la que batir, cuatro  muchachos con intenciones de hacerlo y un mundo patas arriba que no deja de pedir ayuda. Así nos vamos desplazando, de pueblo en pueblo, conociendo a personajes secundarios que nos van desvelando el verdadero problema del juego: Nube de Oscuridad ha roto el equilibrio y quiere eliminar tanto el bien como el mal para que sólo que la nada (Qué cosas más raras quieren los antagonistas de estos juegos).
Es una historia correcta para pasar buenos ratos, más ahora que podemos disfrutarla por fin en castellano y con gráficos que, como ya he dicho antes, se parecen a los que ya vimos en FFVII para la playOne. Pero el verdadero aliciente de este FFIII, sobre todo para los que intentan y desean conocer mas sobre esta saga, es ir descubriendo los conceptos que hicieron grande a la saga: los barcos voladores, el tan echado de menos mapamundi, los chocobos, los Moogle, las invocaciones (Aunque tengo mis dudas si éstas ya estaban en el juego original o si fue un añadido posterior para la DS) y, sobre todo, el sistema de trabajo.
Para mí ha sido un descubrimiento este FFIII precisamente por esto último. Hay muchísima gente, que no sale del FFVII en adelante, que asegura que FFXI no es un FF en toda regla por su carácter online. Para mí lo ha sido en mayúsculas, como el FF con más derecho de atribuirse ese título al conseguir presentar una aventura digna de un título como éste. Pero al jugar al FFIII descubrí otro motivo que hace a la undécima entrega “el FF por excelencia”, aquel que reúne los conceptos de los que bebió la saga en sus orígenes. FFIII presenta más de quince trabajos diferentes (también en la edición original), con sus habilidades y diferencias: mago blanco, negro, rojo, invocador, monje, ladrón, caballero oscuro, conjurador, sabio, ninja, karateka, geomante… con trajes y atuendos que más tarde recuperaría la undécima entrega, al calcar prácticamente este sistema de trabajos que ya viera la saga en 1990. Esto alarga la vida útil del juego pues, al nivel del personaje debes sumar el nivel del trabajo, como si fuera el Skill que también tiene el FFXI.
La experiencia ha sido curiosa por momentos. Me puse con FFIII tras haber acabado el FFXIII y, salvando las inmensas distancias, si que es cierto que por culpa de la tercera entrega, la décimo tercera ha quedado cubierta por un velo. La historia de Lighting y compañía ha sido de las mejores que he visto, pero esos matices que dije que no me importaban, al verlos ahí, en FFIII, sí me han empezado a importar. Cada vez que llegaba a uno de los pequeños de tantos pueblos y me ponía a investigar, me acordaba de ese lastre para la entrega que debutó en playstation3, cada vez que me metía en una tienda y después me iba a otra, cuando salía de un pueblo y decía “Y ahora ¿Adónde voy?”
Otra cosa por la que destaca FFIII es por su dificultad. Me río yo de los juegos de hoy. FFIII es puñetero a más no poder por varios factores. El primero los puntos de guardado. No existen, directamente. Sólo se puede guardar en el mapamundi, por lo que, cuando entras en una mazmorra, tienes que hacerla del tirón. El camino a último jefe del juego me duró casi tres horas, para llegar a Nube de Oscuridad, me diera cuatro guantazos y me mandara de nuevo a casa, para repetir las tres horas de camino. Y cómo ésa, muchas más. También destacar la ausencia de tutoriales. Por suerte yo ya estoy curtido en estos menesteres y me familiaricé rápido con el sistema de juego. Uno más novato hubiera sufrido más. Los puntos mágicos están divididos en categorías. Es decir, magias de nivel 1 al 8. Cuando se te agotan los de alguna categoría, ya no puedes usarla hasta que descanses en algún albergue, lo que limita su uso con esa alegría a la que estamos acostumbrados. Encima no hay eter’s para recargar tus puntos de magia. Sólo hay elixires, y no creo que haga falta que diga que tampoco abundan. Los estados alterados no se van así como así… en definitiva, que el juego tiene su tela que cortar. Puede que no a un nivel argumental, demasiado hicieron para una consola de 8 bits, pero desde luego que brindó muchas horas de juego y diversión.
Aquí, a España, FFIII jamás llegó para la antiquísima consola. De hecho, FFIII no salió de Japón hasta que la saga ya se convirtiera en algo grande. Entonces salió en inglés, hasta hace dos años que, con la Nintendo DS, pudimos ver este juego de rol en estado puro, de final fantasy en esencia, traducido a nuestro idioma. 

1 comentario:

  1. Que recuerdos me trae, si habré jugado a estos juegos cuando era niño. De hecho me pasé a todos los Final Fantasy, y en este momento estoy esperando la última salida! Gracias por compartir.

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