Dios nunca estuvo aquí



Esta semana ya estamos otra vez sumergidos en las temáticas religiosas, en la parafernalia de procesiones, rituales y demás patochadas inherentes a la semana santa (Véase que ni me molesto en ponerlo en mayúsculas). Esto hace, como algo cíclico, que mi alrededor tome un repentino interés por debatir conmigo todos los asuntos relacionados con la fe, con Dios y la religión cristiana. Es la eterna lucha que no logra ningún objetivo, pues ni mis argumentos bastan para convencerlos a ellos y ni qué decir que los suyos son excesivamente deficientes como para que yo los tenga en cuenta. Vamos, que son de cero.
Este sábado, como de una manera inaugural, ya se procedió al primero de esos debates de los que hablo. El tema era el de siempre: creer o no creer y hasta qué punto la Iglesia hace de representación de Dios. Y es complicado que me doblegue, que me someta a todas las teorías desgranadas por mi cuñada porque yo soy de los que dicen que Dios nunca estuvo aquí. No me refiero a Aranjuez, ni a España, ni tan siquiera a Europa. Dios nunca estuvo en este mundo.
No digo que no exista, pues es evidente que si hablamos de la palabra Dios todo el mundo sabe a qué estamos haciendo referencia. Puede que no se le pueda atribuir forma pero si un contenido, una aptitud, un símbolo. Porque Dios existe como un concepto que la humanidad ha creado. Estoy convencido que estas palabras habrán sido utilizadas con anterioridad, aunque desconozca por quién y cuándo, pero yo soy de los que se suman a la corriente que afirma que Dios nace de la mente de los hombres. Fuimos nosotros quienes le hicimos, a nuestra imagen y semejanza, y nunca fue al revés. Fuimos nosotros quienes, en un momento determinado, necesitamos aferrarnos a lo que ese concepto representa y de ahí que lo creásemos, al igual que pudimos hacer con los Dioses del Olimpo, con los unicornios, con el averno y con el paraíso.
La moral humana fue confeccionando mil y una historias llenas de parecidos y conexiones, unas leyendas que servían de guía y forma de vida. Es mitología pura y dura, con representaciones llenas de imaginación para hacer llegar con más facilidad el símil que quisimos representar y creer. Hace unos milenios era Ra, Dios del Sol, más tarde pudo serlo Zeus… Ahora es Dios, Alá, Yhavé… el mismo perro con diferente collar.
En medio de esta discusión con mi cuñada, dónde yo le hacía mención a todo este tipo de cosas, ella me interrumpió, y que me perdone, con la tontería más grande que se puede decir a una persona que ni cree ni se molesta en hacerlo. Yo hablaba de que Dios no existe como un ente de justicia universal (Y aunque se me acuse de demagogo, si fuera así ¿Dónde estuvo cuando sucedió lo de Haití? ¿Qué hacía cuándo estalló la guerra de Irak?), y ella me “rebatió” diciéndome que le demostrase que Dios no existe en esa interpretación que ella siente. Ahí estaba equivocaba, pues no me tocaba a mí demostrar que exista o no, sino que le tocaba a ella.
Yo no le podía demostrar que dos más dos fueran ocho, porque es mentira, porque no tengo ningún argumento que me sirva para afirmar dicho resultado de tan simple operación matemática. Si ella sabía cómo hacerlo para que dos más dos diesen ocho, tendría que ser ella quién lo explicase. Era ella quién estaba afirmando que Dios existe como algo más que un mero concepto, una simple entrada en un diccionario, una representación fantasiosa de lo que se cree –que era lo que yo decía-. Entonces hablamos de por qué el cielo es azul y no rojo (debido a la interacción de la luz del sol con la atmósfera). Fue cuando ella, para explicarme la existencia de Dios apeló a la fe.
La verdad es que la persona que inventó el concepto de fe fue un auténtico genio. El diccionario nos dice que Fe significa: 1. f. En la religión católica, primera de las tres virtudes teologales, asentimiento a la revelación de Dios, propuesta por la Iglesia. 2. f. Conjunto de creencias de una religión. 3. f. Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas. 4. f. Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo. Tener fe en el médico. 5. f. Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública. 6. f. Palabra que se da o promesa que se hace a alguien con cierta solemnidad o publicidad. 7. f. Seguridad, aseveración de que algo es cierto.
No obstante, mi cuñada lo explicó como algo que se da por cierto sin necesidad de cuestionarlo porque en el momento que lo cuestionas, ya no es fe. Y es muy cómodo disfrazar las mentiras en una palabra como ésta. Así nadie puede descubrirlas. Puedo llegar yo y decir que hay que tener fe en que un día los anuros invadirán el mundo, transformados en deidades con poderes que ajusticiarán a aquellos que no sigan mi dogma. Si te pasas a pensar que miento, te aviso que la ira anfibia recaerá sobre ti y toda tu familia, convertidos en larvas que se ahogarán en una charca. Pero para mi sorpresa, ella me espetó que la fe en Dios era algo tan antiguo que era aceptado universalmente. Craso error el suyo fundamentalmente por dos motivos. El primero presuponer que durante todos los milenios de historia humana se ha adorado a ese Dios cristiano. Hubo quién adoraba a las piedras. El segundo por mencionar como verdad absoluta los conocimientos que se tenían en el Paleolítico. Estoy de acuerdo con ella en que desde que el humano tuvo uso de razón ha existido el culto, la creencia en dioses, en entes superiores. Pero hay que tener en cuenta una cosa, pues no podemos hacer un paracronismo con estos asuntos. No podemos traer algo de pasado remoto y colocarlo en la vida actual como una verdad sin tener en cuenta todo lo que ha pasado desde entonces.
Hace milenios, cuando un tío muy inteligente empezó a concentrar al pueblo bajo su yugo como enviado por las deidades religiosas, la vida era una manifestación milagrosa que sobrecogía a todas las personas. Vivían y discurrían por el mundo con un desconocimiento absoluto que les hacía sentir vulnerables continuamente. Temían por si el sol no saliera al día siguiente, porque el cielo se cayera sobre ellos, porque el verde de las plantas se pudriera sin razón alguna. Cuando el suelo se movía, creían que un gigante lo zarandeaba desde abajo, asumían que sus tierras se sostenían por un pilar y afirmaban que si navegaban muy lejos terminarían cayéndose por un abismo. El mundo era inmenso y misterioso. Sólo cabía una explicación: magia y dioses a los que venerar. Si el sol se ocultaba tras la luna a mediodía, era que Dios les enviaba un castigo, por lo que debían honrarle…. Pero ya no creemos todo eso ¿Verdad?
Así lo entiendo yo, aunque respeto que cada uno quiera creer en lo que le dé la gana. Sin embargo, parece que el hecho que diga esto escueza bastante, pues llegada la maldita semana santa siempre hacen la fiesta conmigo, cuando yo soy como aquella mujer, creo que de Irak o de por esa zona, que decía: “Pueden creer en las piedras. Siempre y cuando no me las arrojen a mí”

3 comentarios:

  1. Para mí lo peor no es creer en Dios (o en un Dios, depende de que religión apliques), porque eso es algo que va en relación a la cultura que te han enseñado, tu capacidad de análisis y tu miedo a la muerte, al más allá y a lo que pueda traer consigo.

    El problema radica en la doble moral; el "a Dios rogando y con el mazo dando". Me explico, la teoría del Bing Bang por muy bien que me la expliquen para mí sigue sin resolver el origen de todo. A partir de ahí, la teoría de la evolución, la casualidad o nuestra suerte explica el resto. Pero dando por bueno que tiene que haber algo, digamos "superior", que aquí los cristianos llamamos Dios, luego nos pasamos por el forro su doctrina de buenas intenciones y propósitos.

    En la iglesia por supuesto que no creo, básicamente porque no se trata más que de una de las centenares de interpretaciones que hay de ese Dios, y para colmo, una de las peores porque a base de mentiras, miedo, opresión e interpretaciones parciales han querido regir la sociedad a su gusto.

    Si quieren presumir de "buenos católicos" primero que se miren en ombligo y dean ejemplo de integración, comprensión, justicia y libertad. Y a sus súbditos que se han lanzado a las calles estos días, que les exigan aplicar esas reglas.

    Días como estos me dan ganas de ver Camino y Ágora.

    PD: Yo sí creo en Dios, pero el bueno, el que exige ser solidario y respetuoso.

    ResponderEliminar
  2. Entiendo parte de lo que dices. Yo tampoco es que sea muy creyente. NI misas ni cosas de esas. Pero un día se puso malo uno de mis nenes y me vi rezando como una loca. Me sentía tan impotente porque no podía hacer nada. Todo estaba en mano de los médicos. Creo que rezaba porque asi sentía como si estuviera haciendo algo o puede que por desesperación.

    La verdad es que, si existe dios o no, eso nunca lo sabremos. Tal vez perdemos toda una vida pensando que después hay algo mejor y a final, lo único que tenemos es lo que estamos viviendo.

    Dejemonos de reflexiones que no podemos descubrir y vivamos. ya llegará el momento de enfrentarnos a ese momento, si realmente tenemos que hacerlo.

    Besos

    ResponderEliminar
  3. pienso igual que vos

    ResponderEliminar