¡Cobran vida!

No, no hablo de juguetes, aunque he de reconocer que hubiera pagado porque éstos hubieran cobrado vida cuándo era pequeño y haber podido intercambiar opiniones sobre los diferentes juegos a los que los sometía (O también podría haber tenido a uno de estos juguetes de la simpática película de animación que pongo en la fotografía, especialmente el soldado espacial... no soy de vaqueros). No, no hablo de ellos, aunque supongo que son casos similares, sino que lo hago de los personajes de las historias que me ocupan gran parte de las tardes diarias.
Sí, sí, personajes como Alberto o Sara en el Manuscrito, o Adan, Leisa o Seleba en Épsilon cobraron vida mientras me sumergía con mi ordenador en las aventuras que envolvía a cada uno de ellos. Y no lo digo por decir, porque ha sido casi una realidad, una realidad que vuelve ahora a azotarme mientras escribo lo que ya empieza a ser las últimas líneas de Épsilon III ¿Dije como se titulaba la tercera entrega? Venga, aún me lo guardo un poco más antes de desvelarlo.
Son muchas las ocasiones que he mencionado que una de las cosas que más me gusta de escribir es ese poder de decidir el destino de los personajes ficticios que creo, y eso, aquél que haya escrito un relato, aunque haya sido corto, ha podido experimentarlo. Ya sólo empezando con el nombre, estatura, pelo, si es guapo o feo... el hecho de poder crearlo a tu antojo, ya sin mencionar el poder de hacerle pasar por lo que quieras: desde una gran cantidad de penurias a las mejores alegrías.
Sin embargo, este tipo de poder ante los sucesos de los personajes no es tan voluntario cómo al principio parece. Pronto, según vas asignándoles una personalidad, una relación con el resto de protagonistas y los introduces en el contexto de la historia, empiezas a ver como no eres tan dueño y señor de ellos, que ese poder inicial es tan ficticio como la propia historia que escribes porque Alberto, Sara, Juan, Fernando, Laura, Víctor... (A ver esos lectores que no se han perdido ninguna novela, ¿Los recordáis a todos?) cobran vida y toman las riendas de la historia, a veces llevándola por derroteros muy distintos a los planeados en su inicio.
Es curioso porque gracias, o por culpa de ellos, las historias tuvieron desarrollos paralelos a las tramas iniciales y hasta provocaron finales diferentes. Crónicas del Amor Oscuro no planeaba acabar de dicho modo, y en Los Viteri tuve que vérmelas y deseármelas para encauzar de nuevo la trama para llegar adónde quería.
Pero no todo ha sido un revés... No siempre los personajes se han aliado para provocarme diferentes quebraderos de cabeza sino que a veces han sido buenos y sus relaciones y sus caracteres me han llevado a soluciones en algunas de las tramas que quedaban pendientes de un hilo. Sobre todo con “El Manuscrito”, dónde tenía varios finales de los cuales no sabía por cuál decantarme... Y fueron los propios personajes, con sus personalidades, con sus relaciones y con lo que se suponía que serían sus lógicos pensamientos quiénes llegaron al desenlace elegido, porque cualquier otra alternativa hubiera sido más disparatada.
Puede que sólo tengan vida en el papel, en ese mundo de donde no pueden salir, pero yo, que los acompaño durante tantos meses, noto de verdad su voluntad a la hora de actuar. ¡Y más con estos últimos! Adan, Leisa, Preston... me llevan acompañando desde primavera del 2008 y aún se resisten en acabar su historia por las teclas de mi ordenador.
Todos ellos tienen un razonamiento distinto, viven en la historia por motivos diferentes y sus tramas, aunque sirvan para engrosar la principal, al final se convierten en parte fundamental de la novela. Y encima se mueven por las páginas como Bush Lightyear o Woody, esos dos juguetes con vida propia que hacían lo que querían cuando nadie les miraba.
A veces me sacan de quicio, otras me son de gran ayuda... lo que si es cierto es que yo pongo las piezas y ellas se mueven hasta el final. Yo sólo trato de marcarles el camino para que elijan el desarrollo inicial pero siempre llega algún bache o espacio en blanco donde no sé cómo continuar. Podría poner: Dos semanas después y saltarme ese trozo, dejarlo en ese limbo de las cosas que no se cuentan, pero no. Ya es tanto tiempo inventando con ellos que prefiero cerrar los ojos, ponerme en sus cabezas y dejar que sean ellos quienes marquen el destino final.
Épsilon III ya está llegando a su final: he continuado el camino y he desvelado en sus páginas los verdaderos motivos que mueve la trama principal, he explicado las nuevas relaciones entre los personajes, han cobrado importancia aquellos que parecían meros rellenos y sin darme cuenta los protagonistas ya no son quienes eran al principio. Han cambiado, han evolucionado, algunos a mejor y otros a peor... y sus actitudes y situaciones actuales en el mapa de la historia ya han provocado cambios que afectarán al final... Como he dicho antes, todos han cobrado vida y han tomado tanto partido para decir: “Así acaba la última entrega”.
En fin, que al final uno no puede hacer lo que quiere ni cuando escribe. Como ya he adelantado, Épsilon III está a punto de finalizar. Aún quedan varias cosas, entre ellas sus correcciones (Que nunca son suficientes), y espero que dentro de poco esté disponible. Posiblemente es la entrega más importante de la trilogía, pues su final cerrará la historia y todas las especulaciones que se formaron en La Tierra Perdida y en el hijo de la Luz. De mi acierto a la hora de narrar el final, se verá si pasará a la memoria de aquéllos que lo lean o si caerá al olvido como una historia más que prometía y al final no cumplió. A ver que sucede...

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