Final Fantasy VIII: una epopeya de amor



¡¡AVISO DE SPOILERS!!

Volvemos a la sección de homenajes a la laureada saga de Square Enix, antes Squaresoft, Final Fantasy. Hoy toca el turno a la octava entrega, la primera que cayó en mis manos hace ya más de diez años (¡Cómo pasa el tiempo!)

Para mí, FFVIII fue un punto de inflexión en mi época de jugón ocasional. Por primera vez abandonaba los mata-mata, los juegos de pegar saltos o reventar burbujas para pasar a otro de una temática muy diferente, cambiando para siempre el modo de ver los videojuegos. Me enfrenté a una historia profunda, de giros argumentales, de acción, de amor... algo más propio de una película que de mi concepto de juego (¿Dónde estaban los anillos que había que recoger por las pistas? ¡Ah, no, qué esto no es el Sonic) Tal vez por eso, para mí la octava entrega tenía, tiene y tendrá un valor especial, algo añadido que lo hace distinto, y eso pasa factura en la valoración del mismo. Para mí, FFVIII era el Final Fantasy por excelencia.
La historia nos ponía en la piel de Squall Leonhart, un taciturno muchacho aspirante a Seed, un escuadrón militar de élite privado que sirve a los diferentes gobiernos. Squall es solitario, no quiere amigos ni los necesita, hasta que el día de su graduación conoce a una misteriosa mujer de larga melena morena con la que baila sin saber su nombre. Los giros del destino hacen que se vuelva a cruzar con ella tras su primera misión como Seed, donde debe acudir a la ciudad de Timber, acompañado de dos compañeros, Zell y Selphie, para ayudar a un grupo de resistencia (También llamados como terroristas, en función de quién cuente la historia). La misión es un despropósito. Debe permanecer al mando de los búhos del bosque hasta que Timber logre la independencia de la fuerza opresora de Galbadia. Curiosamente, la jefa de dicha organización es la mujer con la que bailó en la fiesta de graduación, Rinoa.

La primera iniciativa para conseguir los objetivos de los búhos del bosque fracasa estrepitosamente, lo que hace que Squall se cuestione la seriedad del grupo de resistencia. No obstante, Seifer, su archienemigo en el centro de formación – también conocidos como jardines - aparece en escena con la intención de ayudar a Rinoa. Seifer se enfrenta al presidente de Galbadia y sólo la nueva embajadora de este país opresor logra frenar las intenciones del joven, hechizándolo para que obedezca sus deseos. Ante este panorama, Squall, Rinoa, y sus dos amigos, ahora también acompañados de Quistis, acuden al jardín de Galbadia para pedir asilo hasta que la situación se calme, pero allí les encomiendan una nueva misión: acabar con la embajadora que ha nombrado el presidente de Galbadia, ya que en realidad se trata de una bruja que pretende gobernar el mundo.

La misión de matar a la bruja fracasa, ella se enfurece y decide destruir el jardín del que proceden, por lo que detenerla se convierte en la nueva misión del grupo. Así se suceden varios acontecimientos, hasta que con el transcurso del juego descubrimos en todos los personajes, salvo Rinoa, ya se conocían desde que eran pequeños. Que todos compartieron la niñez dentro de un orfanato, y que sus recuerdos se habían perdido como consecuencia de usar unos entes mágicos que extraordinaria fuerza. Pero no sólo descubren eso. También recuerdan que la mujer que los cuidaba no era otra que la misma bruja a la que se enfrentan ahora, Edea. Derriban a la bruja y Rinoa cae inconsciente... pronto descubrirán que la propia Edea estaba siendo poseída por otra bruja que abandona su cuerpo para entrar en el de la muchacha. Una bruja que viene del futuro.

Adicionalmente vemos una historia que sucede en el pasado, debido a una tercera en discordia y causa principal de todo lo que sucede; Eleone. Eleone es una muchacha risueña que tiene un particular don, puede hacer que las consciencias de la gente retrocedan en el tiempo para rememorar lo que hicieron otras personas. Ella conoce a Squall y sus amigos, y de vez en cuando pide prestado sus consciencias para rememorar la historia de Laguna, su "tío", con la intención de cambiar lo sucedido. Esto realmente pasa a modo anecdótico, pero el meollo de todo el asunto reside en el poder de Eleone, que es lo que ha hecho venir a la bruja del futuro, Artemisa.
Artemisa vive en un futuro muy lejano, pero gracias a una máquina que contiene el poder de Eleone, que creó el profesor Odine en el pasado cuando ella era niña, puede retroceder hasta esta época. Su intención es absorber el poder de Eleone de un modo definitivo y comprimir el tiempo para poder ser ella quien mande en todas las épocas, descubriendo así, por fin, la amenaza real de la que hay que librar al mundo.

Todo esto sucede mientras vemos a un Squall oscuro que se va aclarando, por así decirlo. Sus tiras y aflojas con Rinoa son constantes y poco a poco acepta que necesita de los demás para resolver todo este entuerto. Solo no lograría nada. Cuando Rinoa cae inconsciente tras la batalla con Edea, Squall reconoce lo obvio: se ha enamorado, por lo que, antes de salvar al mundo, debe salvarla a ella.

A grandes rasgos esto es lo que sucede en este juego, que tanta polémica levantó en España (Sí, este fue el famoso juego en el que se inspiró el asesino de la Katana). La historia es soberbia, de casi lo mejor que he jugado en un Final Fantasy – sí, para mí supera al siete -. Los gráficos de la extinta Playstation uno fueron de lo más logrado, infinitamente mejores a los del FFVII (Cualquiera diría que le tengo manía), aunque posiblemente lo mejor que nos ha dejado ha sido su banda sonora, donde Nobuo Uematsu compuso piezas musicales que han quedado para el recuerdo de todos aquéllos que nos deleitamos con el juego.

FFVIII fue por otro lado un juego de extremos respecto a las críticas. Fue el segundo FF que llegaba a España, la mala publicidad por el asesino de la Katana provocó por otro lado una lacra que aún hoy arrastra, tanto la octava entrega como las posteriores. Por otro lado, muchos criticaron que el juego estuviera muy centrado en los dos personajes principales, siendo un agravio comparativo con el resto de la tropa. No obstante, a mí no me pareció un error. De hecho, si conectaba con el jugador era gracias a la empatía que se sentía con el romance Squall/Rinoa. Además, la entrega anterior tampoco daba especial relevancia a los personajes secundarios (Algunos hasta carecían de historia propia dentro de la trama principal)

Otra gran crítica fue el sistema de desarrollo, esta vez orientado a través de un sistema de enlaces. Repetía algo de la entrega anterior, la posibilidad de moldear los roles de los personajes. No había ladrón, mago, guerrero como un juego de rol al uso, sino que podías personalizarlo como quisieras. A mí, como era novedad, todo me parecía fabuloso y estupendo, es más, acostumbrado a este sistema, luego acusé quejas por la inamovilidad de los roles en la siguiente entrega, así como la barra de puntos mágicos, extinta en el FFVIII

El final del juego fue lo mejor, muy emocionante y bonito. Tal vez por eso, cuando lo acababa siempre me daban ganas de volver a empezar, lo que ha provocado que lo haya jugado miles de veces. Mi nota para esta entrega es de nueve. ¡Magnífico!

Os dejo con un montaje que ha hecho el blog Rinoa unica (Gran blog para los fans de Final Fantasy) con las escenas más bonitas de la relación de Squall y Rinoa, amenizado con el tema You raise me up.




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