La puerta está abierta

Al loro con esta puerta

Cómo apenas que podido dormir (La culpa de GH, que cada vez acaba más tarde) y hoy ando muertecito de sueño, he decidido recuperar un artículo que escribí el año pasado para la primera Web y que, por su tema, me parecía propio recuperarlo, ya que lo que demandaba entonces sigue siendo una demanda actual. El texto lo he modificado un poco para ajustarlo a fecha de hoy pero su esencia sigue siendo la misma: La puerta de esta casa está abierta para todos –o casi- sed bienvenidos.

No hay otro modo mejor de expresar lo que implica para mí esta página y los contenidos que hay en ella. Para mí es como una puerta que me lleva a otro lado donde hay otras personas, una forma de acceder a ellos y que ellos accedan a mí. Es un punto de encuentro donde a veces parece que no encuentro nada más que las solitarias opiniones que expongo a la espera de ser compartidas.Desde que me adentré a este mundo tan complejo que es Internet, he visto y aprendido mucho. De sus usuarios, de sus formas de llamar a los demás, de las herramientas que ponen a disposición de todos... y he visto como poco a poco, a pasos muy pequeños, ese número de personas que entran por esta puerta que he puesto ha ido aumentando. ¡Y ya somos más de 40 en Facebook! O al menos eso me dice las estadísticas de la página.

He visto como se han ido apareciendo por aquí nuevas personas que han dejado algunos comentarios, más los habituales, familiares y amigos que cada cierto tiempo se dejan caer por aquí, algunos bajo la insistencia de un servidor por dar un movimiento a la página más allá de las vacilaciones propias. Sin embargo, muchas de estas visitas no se materializan con un saludo por parte del navegante, un indicio que me indique que no estoy escribiendo al aire, lo cual a veces es algo desalentador.

Supongo que en muchas ocasiones debe ocurrir igual que cuando alguien quiere entrar en una tienda y ve que está vacía. Allí no hay nadie más que ese dependiente que está a la espera de recibir clientes, vagando por su establecimiento mientras revisa los últimos estantes como el anfitrión que ultima los detalles antes de que lleguen los invitados, y el cliente, que lo observa desde fuera, opta por quedarse tras el escaparate antes de entrar y ver como éste acude a él con alguna agresiva técnica de ventas destinada a que se lleve media tienda. Al final, el cliente no entra y el dependiente sigue a la espera, asomándose a la puerta, mirando a ambos lados de la calle para ver donde está la gente, para volver a entrar a la desesperada clamando al cielo para que alguien le saque de ese estado de letargo perpetuo... Y finalmente, alguien entra y tras él se atreve hacerlo ese señor que esperó tras el escaparate de la tienda.

Digo yo que lo que ocurre aquí viene a ser algo similar. El navegante entra, lee en la propia intimidad y anonimato que le propicia su pantalla y abandona la página sin ser descubierto, sin dejar muestras de su paso por esta página que no vende, sino regala ideas, relatos y opiniones. Sólo me queda una pista: un tanto más en el marcador avisándome de su presencia pero nunca de su opinión. Y mientras, yo, desde el otro lado de la puerta, miró a ambos lados a la desesperada mientras me pregunto dónde están mis usuarios.

Fui yo quien puso esta puerta a disposición de todos y siempre la he dejado abierta, dando la bienvenida a todos aquellos que un día quisieron entrar, quedando a la espera de que se manifiesten, que opinen de lo que se habla o que inicien sus propios temas, aunque esto suceda en pocas ocasiones. Ahora, cuando ocurre una sensación de alegría desbordada me invade haciéndome sentir que esto funciona. En resumen, los comentarios renuevan las ganas de seguir juntando letras para este blog. Es la recompensa que uno necesita.

Pero esta puerta que he creado no sólo ha servido para esto, para hacer de punto de encuentro entre los navegantes, mi familia y yo. No. De algo más ha servido.

Aquí, escondido en la red ¡Y no tan escondido! he dejado a la luz cosas que no comparto con tanta facilidad con muchas de las personas que me rodean. El miedo al ridículo, al que dirán o a que piensen cosas equivocadas, me ha llevado a que no comparta con todos lo que sí comparto con el navegante anónimo. Aquí me he atrevido a dirigirme a todos sin pudor, incluso a veces con un exhibicionismo impropio en mí: Las fotos que alguna vez he puesto, datos sobre mí, mis novelas y hasta mis artículos personales.

No os vayáis a pensar que estoy todo el día con la tarjeta de visita insistiendo a todo ser que se mueva para que se pase por aquí, eche un vistazo y comente sin parar, y tal vez debería hacerlo y dejar tranquilas a mis hermanas (Que cualquier día me mandan a la mierda). No, el miedo a encontrarme con una opinión más tajante, a que infravaloren el esfuerzo que realizo, ha provocado que sólo, a través del anonimato que me proporciona Internet –y del mismo modo que hacen mis navegantes- me mueva para intentar promocionarme. No me atrevo a ir directamente a los colegas, a las personas que no están tan cerca de mi círculo social, y decirles: Eh, que esto es lo que hago... Es como si fuera mi secreto, pero un secreto que se desvela en cuanto alguien pone mi nombre y apellidos en el google. En fin, es lo que tiene poner esta puerta, que aquí podemos encontrarnos todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario