Los Viteri: una casa por descubrir (2.3)

El sonido de sus estómagos terminó por invadir la habitación y no les quedó otro remedio que salir de la cama donde se habían pasado toda la tarde como perros, e irse a cenar, ya que ninguno de los dos estaba con ganas de ponerse hacer la cena. Además, había mucho que celebrar.
Al día siguiente, Laura trató por todos los medios evitar decir nada a sus hermanos. No quería decirles nada hasta el fin de semana, momento que irían a Madrid a ver como había quedado la casa. Pero estábamos hablando de muchos días; jueves, viernes y sábado. No, Laura era incapaz de contenerse tanto tiempo. Marcó el teléfono de Marcos y no paró hasta que su hermano le contestó.

— ¿Qué coño estabas haciendo que no me cogías? —preguntó muy exaltada.
— Pues me estaba duchando… que pasa.
— ¡Adivínalo! —le pidió
— Ya te han traído la cama de seiscientos euros y se duerme cojonúdamente en él — respondió con desdén
— ¡No!, bueno si, la han traído, pero no es eso… Es otra cosa —respondió rápidamente.
— ¿No estarás embarazada? —se atrevió a preguntar.
— Tampoco es eso, pero te acercas.
— Álvaro te ha comprado un perro.
— Tampoco.
— ¿Un gato?
— ¡Qué no! ¡Me ha pedido que me case con él! —gritó emocionada convencida de que su hermano no terminaría por acertar.
— ¡Mierda! —masculló él.
— ¿Qué pasa? ¿Tan mal te parece que quiera casarse conmigo? —preguntó a la defensiva.
— No, no es eso… Es que yo aposté que tardaría un mes en pedírtelo… ¡Coño, pero sino lleváis ni una semana viviendo juntos!
— ¿Cómo que has apostado y con quien?
— Con Víctor… Él está convencido que en menos de dos semanas os comprometíais y yo me jugué cincuenta pavos a que tardaríais un mes mínimo… ¿No podrías esperar al mes que viene para decírselo a Víctor?
— Vete un poco a pensar a la vía del tren… guapo —respondió incrédula por ser el centro de apuestas de sus dos hermanos—. Bueno, y ¿Qué te parece? —preguntó deseosa de saber la opinión de él.
— Pues que me va a parecer… Pues que me alegro mucho por ti ¡Enhorabuena! ¿Se lo has dicho ya a mamá?
— No, aún no me ha llamado… Y no quiero que le digas nada ¿Queda claro?.. Quiero ver cuanto tiempo tarda en dignarse a llamarme, que desde que me fui de Alicante aún no he sabido nada de ella, y ni siquiera vino a despedirse de mí.
— Ya la conoces…
— Marcos, no la defiendas —interrumpió—. No tiene perdón y punto.
— Cabezonas… —murmuró con resignación.

Tras la llamada a Marcos, Laura llamó a Víctor quien si supo adivinar a la primera que era lo que había pasado y enseguida se mostró encantando con la propuesta, motivado en gran parte porque Marcos ahora le debía cincuenta euros por aproximarse más a la fecha. Y como había hecho con Marcos, Laura insistió en guardar el secreto. Ninguno de los dos tenía permiso para contar nada a nadie, y menos a su madre, de la noticia de la boda.
Pero ya toda conversación sobre bodas, madres y casas la aplazaron para dentro de dos días, momento en el que los dos hermanos vieron cómo había quedado el nuevo hogar de Laura.
Se quedaron fascinados por aquellos cambios tan acertados en “la casa de los horrores”. No, ya no había nada que la relacionase con aquella casa fea que vieron por fotos. Pero tal vez, lo que más les gustó de aquella casa fue que nada más entrar experimentaron sensaciones y aromas que les eran muy familiares. Era la esencia de Laura lo que habitaba en aquellas paredes, la esencia que ya no se respiraba tanto en Alicante, a pesar que sólo hacía una semana de su marcha.
El orden de los alimentos en los armarios, la forma en las que estaban colocadas las figuras sobre los estantes, las pequeñas manías de ordenar las toallas en el armario según la tonalidad… Cierto que había pequeños elementos que diferían de la esencia de Laura, elementos más pijos que supusieron que era la aportación de Álvaro a la casa; como la televisión de plasma, pero básicamente se notaba que era la mano de ella lo que hacía esa casa tan hermosa. La posición de las macetas, la cantidad de aparatos destinados cada uno a una cosa, hasta el orden alfabético de la colección de discos de los dos muchachos.
Lastima que no tuvieran mucho tiempo, porque a Laura le supo a poco la visita. Pero no podían quedarse un día más. Llegaron a Madrid a media tarde del domingo y se fueron después de comer del domingo. Y durante todo ese tiempo, el tema estrella fue la boda.
El viernes Álvaro se había acercado por varias iglesias de la ciudad y habían logrado fecha para la primavera del año que viene. Y durante la cena y la comida del día siguiente hablaron de los trajes, el vestido de novia, los invitados… Álvaro había contado por encima los compromisos familiares que tenía, a lo que debía invitar sí o sí y los tres hermanos se quedaron boquiabiertos al ver un folio lleno de nombres por las dos caras.

— Que triste me parece —comentó Laura a sus hermanos entre risas —¿Todo eso es familia?
— Si —respondió él de un modo divertido—. Pero no creo que vayan todos.
— Tú… a parte de a nosotros que somos tus hermanos y a mamá… ¿A que familia vas a invitar? —preguntó Marcos sorprendido por la lista de invitados de Álvaro.
— Pues… a la tía, y si viene. Llevamos siete años sin verla… Así que, creo que me va a tocar contratar a figurantes para hacer bulto, sino su familia se va a creer que no me quiere nadie —respondió ella.
— Chica, no digas sandeces —interrumpió Álvaro mientras tachaba un par de nombres y murmuraba algo por lo bajo—, sino tienes más familia no tienes porqué pintarla… Además, tú tienes muchas amistades a las que seguro que invitas… ya verás como luego no va a ver tanta diferencia entre el número de mis invitados y los tuyos.
— No sé… en esa lista faltan tus compañeros de trabajo y tus amigos… Marcos, échate novia pronto para hacer bulto. Y tu Víctor échate novio pero a la orden de ya —bromeó.
— Si Marcos se lleva a todas sus ex novias, unos cuantos bancos de la iglesia seguro que te llenan — comentó Víctor para meterse con su hermano.
— Bueno, ahora que los tienes delante a los dos —volvió a interrumpir Álvaro.— ¿A quién se lo vas a pedir?
— ¿Pedir el qué?— preguntó Marcos.
— Teniendo en cuenta que vuestro padre está desaparecido en combate, uno de los dos tendrá que hacer de padrino en la boda —pero se calló de golpe cuando Laura le dio un pisotón en el pie.
— Cariño… tienes una boca de lujo… —le dijo entre dientes y sonriendo.
— ¿Qué pasa?
— Que aún no tengo decidido a quién de los dos pedírselo y ahora vas tú y me pones en un compromiso… con lo guapo que estás callado.
— El padrino tengo que ser yo —interrumpió Víctor. Laura le miró y luego volvió la mirada a Marcos quien observaba con expectación al pequeño —No te molestes Marcos, pero tú eres hetero y te puedes casar por la iglesia cuando… bueno, cuando encuentres a una mema que te aguante. Pero yo no. Yo soy gay y la iglesia se niega a casarme, así que lo más cerca que puedo estar de un altar es ejerciendo de padrino en la boda de Laura, ya que en la tuya el padrino será el padre de esa supuesta mema —se explicó muy acelerado.
— ¿Te importa? —preguntó Laura a Marcos.
— No, déjale a él… pero cuando tengáis hijos, yo seré su padrino.
— Sí, venga —volvió a interrumpir Víctor—. Tú puedes tener hijos biológicos. El padrino de todos vuestros hijos tengo que ser yo.
— ¡Eres marica, no estéril! —empezó Marcos a discutir—. Así que, si quieres hijos, buscas una madre de alquiler y fecundas sus óvulos.
— ¡Chicos! —gritó Álvaro para que se hiciera silencio—. No discutáis por eso ahora… además, cuando Laura y yo tengamos hijos, los padrinos serán mis padres.
— ¿Cómo que tus padres? —interrumpió Laura.

Las voces ahogaron el salón de la casa hasta que al final acabaron los cuatro estallando a reír. Aún había muchas cosas que hacer, muchas cosas por preparar, pero todos estaban ansiosos por el ya señalado día.
El inicio de la nueva semana vino marcado por un claro objetivo: encontrar trabajo. No podía quedarse en casa como un florero y sentía la necesidad de encontrar un trabajo que le ocupase ciertas horas del día. A parte, también sentía la necesidad de colaborar económicamente con la casa, y más ahora que los gastos de la boda dispararían el presupuesto. Así que, compró un periódico con bolsa de trabajo y empezó a marcar todas las posibles opciones.
Laura había terminado la carrera de dirección de empresas sin pena ni gloria y en su currículo había pocas cosas que lo complementase lo suficiente como para que las empresas las considerasen una candidata a tener en cuenta.
A la primera entrevista que fue, la mujer que elegía a los candidatos empezó a preguntarle muy rápido: “¿Inglés? ¿Francés? ¿Cuántos Master ha hecho? ¿Experiencia laboral en el puesto solicitado?” Y tras responder: “Nivel usuario, no lo he estudiado, no tengo ninguno, no tengo experiencia”, la señorita sonrió y muy amablemente respondió: “Lo siento, no es el perfil que estamos buscando”.
La vida en Madrid había empezado con muy buen pie: una casa preciosa, un fabuloso novio, la pedida de mano…. Y justo ahora tenía que estropearse. Y todo porque sin experiencia laboral, nadie está dispuesto a contratarte para que tengas experiencia en el futuro. Maldijo para sus adentros y siguió con la búsqueda sin desistir. Álvaro tardó poco en ofrecerle un puesto en su sucursal en una caja realizando los ingresos, pagos y transferencia de los clientes, pero Laura se negó:

— Oye, que trabajar en una caja de un banco es un buen trabajo. Hace falta tener unos conocimientos básicos de economía que tú, personalmente, tienes y encima te sirve para poner en un currículo como experiencia laboral
— Lo siento cariño, pero ya bastante con que te hayan enchufado a ti en esa sucursal como para que tú me enchufes a mí —respondía sin convicción—. El resto de compañeros nos odiarían.
— No digas tonterías.
— Prefiero dejar el intrusismo laboral y el enchufismo para otros… Yo quiero un trabajo que me contraten por mi valía.
— Pero si tú vales para ese puesto.

Pero no hubo modo de hacerle cambiar de opinión y siguió buscando trabajo con ahínco hasta que encontró uno por meritos propios. No era gran cosa. Trabajaba en una plataforma llena de telefonistas que se dedicaban a llamar a la gente que debía recibos de telefonía, compras financiadas o televisión digital y los amenazaban con meterles en las listas de morosos si no procedían al abono en las siguientes veinticuatro horas. Las posibilidades de ascenso dentro de aquella empresa eran mínimas, como mucho podía ser coordinadora de equipo y poco más. Así que se lo tomó como un trabajo de transición hasta que encontrase otro que se amoldase más a lo que ella estaba buscando. Al menos no se quedaría en casa todo día sin hacer nada y contribuiría a la economía de la pareja pudiendo ahorrar para los preparativos de la boda.
Allí conoció a Marta y a Cristina, dos chicas que llevaban casi un año trabajando en aquella plataforma. Eran muy simpáticas y pronto establecieron una buena amistad. Le explicaron como funcionaban las aplicaciones informáticas, bromeaban sobre sus parejas, comentaban las quejas de la gente y las reacciones de los más bordes.
Marta decía que el trabajo era muy precario, pero cuando había discutido con su novio, era lo mejor para liberar presiones. Llamaba a la gente y los mandaba a la mierda, les amenazaba con denunciarles si no pagaban, incluso se atrevía a decirles que les quitarían la casa sino pagaban el recibo impagado del teléfono móvil del mes pasado. Laura se reía mucho con ella, pero no aprobaba sus formas.
Cristina era más correcta y un poco más pija. Tenía una voz muy dulce y no dejaba de repetir “O sea, qué fuerte ¿No?” Pero para Laura era algo encantador a pesar de sus formas de hablar. Cuando hablaba con la gente nunca les levantaba la voz, y en algunas ocasiones se había echado a llorar con los testimonios de algunos señores cuando le explicaban el motivo del impago. Y eso enfermaba a Marta, quién repetía sin cesar que se estaba dejando engañar por un atajo de embaucadores con historias que lo único que pretendían era retrasar el pago. Simples y burdas mentiras.
Aun así, Laura estuvo pendiente de las dos y trató de aprender todo cuanto pudo para hacer bien su labor. Pero cuando le tocó empezar a llamar, todo cambió. Era difícil darle al botón de “operadora disponible” y que la base de datos empezase a marcar automáticamente números de teléfonos mientras en la pantalla le reflejaban los datos del moroso y el recibo de su deuda. Era difícil entrarles por teléfono y decirles que debían treinta euros a Vodafone y que tenían que pagar inmediatamente. Algunas mujeres se le echaban a llorar, otros contaban historias fantásticas y aseguraban que pagarían al día siguiente y otros discutían con ella. La llamaban puta y zorra… hasta que al final le colgaban el teléfono. En fin, no era el trabajo de su vida, pero ella había sido quien había rechazado la oferta de Álvaro y sabía que cuando quisiera aceptarla, la tendría encima de la mesa.

FIN DEL CAPÍTULO DOS
 
Nota para Miguel: los nudos argumentales principales están en camino, pero me temo que aún queda otro capítulo tranquilo, éste hablando de los dos hermanos sin Laura. Paciencia, amigo.

1 comentario:

  1. El efecto resacón después de Eurovisión hizo que se me olvidara de comentar la entrada (¿harás algún post sobre la Avril Lavigne alemana?).

    Tranquilo, entiendo que para introducir los nudos argumentales más "conflicitivos" es necesario un poco de preeliminares antes, sinó, la historia queda coja y poco sustentada (aunque siempre se puede echar mano al socorrido flash-back).

    Ah, y eso de que Víctor quiera hacer de padrino en mi caso no encajaría. Si la Iglesia no quiere que me case en su templo, tampoco voy a entrar en su juego de acompañar a la novia al altar, lo veo como entrar por la puerta de atrás.

    Saludos

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